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Jmpg2012 rating:
3
Language of the review:
- es
December 14, 2014
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El autor intelectual de este película es Luc Besson, que sabe dotar de empaque audiovisual a naderías efectistas, sea o no el director. Taxi, los Yamakasi, Transporter, etc. En este caso ha buscado a dos directores noruegos de anuncios televisivos, Joachim Roenning y Espen Sandberg, y los ha puesto detrás de las cámaras de este “mexican exploitation”. La película está coproducida por tres países: La Francia de Luc Besson, México y Estados Unidos. Es sorprendente la capacidad de la maquinaria de Hollywood para tomar parte en una producción que critica el poder americano, lo ridiculiza, y hace triunfar un alocada revolución mexicana de opereta, logrando que el público hispano pase por taquilla para paladear esta estética de videoclip con toques de lesbianismo soft.
Bandidas tiene el aire “todos los públicos” de las más edulcoradas producciones Disney, el maniqueísmo justiciero de “El zorro”, y secuencias de atracos inverosímiles a lo Ethan Hunt. Probablemente, Besson ha querido rescatar la química que Paul Newman y Robert Reford destilaban en las dos películas que George Roy Hill dirigió con ellos como grandes estrellas: “El gran golpe” y “Dos hombres y un destino”, pero Salma Hayek y Penélope Cruz, tienen una capacidad de reclamo más limitada. La producción ni siquiera pretende llegar a un público mucho más amplio que el de la comunidad hispana afincada en Estados Unidos. Besson sabe agitar en una coctelera ingredientes reconocidos de éxito y generar un producto volátil que permanezca en cartelera por el efecto combinado de los iconos con que se vende. La pareja protagonista pretende ser un señuelo de inocente sexualidad picantona, compitiendo por dar los mejores besos a Steve Zahn, actor destinado a representar vicarialmente a todos los espectadores. Bandidas no engaña. La caracterización de algunos personajes, como el malvado Tyler Jackson o la prometida del personaje interpretado por Zanh, son marionetas sin ningún matiz, personajes sin ninguna encarnadura dramática, colocados en la trama por el guionista Besson como prueba de la voluntad manifiesta de entretenimiento que se autodestruye a medida que se consume. Sólo la presencia de Sam Shepard parece dar a entender que, en algún momento, el producto se toma en serio a sí mismo. Aunque el personaje del instructor de atracos parece puesto en el filme con la única finalidad de permitir que la mera presencia del actor otorgue una coartada culta a toda la producción, que es mala de narices.
Bandidas tiene el aire “todos los públicos” de las más edulcoradas producciones Disney, el maniqueísmo justiciero de “El zorro”, y secuencias de atracos inverosímiles a lo Ethan Hunt. Probablemente, Besson ha querido rescatar la química que Paul Newman y Robert Reford destilaban en las dos películas que George Roy Hill dirigió con ellos como grandes estrellas: “El gran golpe” y “Dos hombres y un destino”, pero Salma Hayek y Penélope Cruz, tienen una capacidad de reclamo más limitada. La producción ni siquiera pretende llegar a un público mucho más amplio que el de la comunidad hispana afincada en Estados Unidos. Besson sabe agitar en una coctelera ingredientes reconocidos de éxito y generar un producto volátil que permanezca en cartelera por el efecto combinado de los iconos con que se vende. La pareja protagonista pretende ser un señuelo de inocente sexualidad picantona, compitiendo por dar los mejores besos a Steve Zahn, actor destinado a representar vicarialmente a todos los espectadores. Bandidas no engaña. La caracterización de algunos personajes, como el malvado Tyler Jackson o la prometida del personaje interpretado por Zanh, son marionetas sin ningún matiz, personajes sin ninguna encarnadura dramática, colocados en la trama por el guionista Besson como prueba de la voluntad manifiesta de entretenimiento que se autodestruye a medida que se consume. Sólo la presencia de Sam Shepard parece dar a entender que, en algún momento, el producto se toma en serio a sí mismo. Aunque el personaje del instructor de atracos parece puesto en el filme con la única finalidad de permitir que la mera presencia del actor otorgue una coartada culta a toda la producción, que es mala de narices.