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Archilupo rating:
6
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- es
February 18, 2009
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Shane Carruth está tan ensimismado en su obra, de la que es demiurgo absoluto (escritor, director, productor, montador, fotógrafo, músico… ¡hasta en el apartado de catering aparece su nombre!), que durante un dilatado arranque parece olvidar que también está, además, el espectador.
El guirigay de las conversaciones de los personajes en un garaje —jóvenes ingenieros con corbata, pinta de repartidores de propaganda mormona, hablando febrilmente, sin parar y a la vez, de trabajo y vender sus productos tecnológicos— presentado de forma distante y salteada para subrayar la calidad de jerga profesional de lo hablado, deliberadamente oscurecido por cortes que dejan inconexos los pasajes, refuerza el ninguneo, el trato de extraño absoluto dedicado al espectador. Es normal que quite las ganas de seguir y provoque justas reacciones de irritado sarcasmo y afán de librarse al fin de de esa monserga sin interés ni gracia sobre
(…) tubos, inyecciones de argón, conveniencia de medir en decagramos, control alimentación placa, circuito autorregulado, dos puntos de reducción al llegar al máximo, incremento registrado contador, concentración proteínas, hongo aspergirus, alimentación parabólica, mejor en los diafragmas, sabías que era impar, supongamos punto A y punto B, no efecto agujero gusano, básicamente mecánica y calor, tentetieso termina rebotando y saliendo por punto B encontramos armario para series montón de minicampos mucho trabajo voltio y medio más de lo que metemos (…)
Pero cuando pasa esta exasperante introducción con la que el factótum Carruth ha ahuyentado sin querer a gran parte del público, la narración se desatasca con la ejecución visible del experimento, coincidiendo más o menos con la voz en off que abre una escotilla en el búnker del relato autista. Al centrarse en dos de los personajes, que experimentan con la máquina un mundo virtual, paralelo, la acción y los diálogos adquieren ritmo y se normalizan, y una cerebral y de veras interesante especulación sobre el doble y asimismo sobre la relación práctica con el doble, en aguda casuística, se abre paso con minuciosa originalidad.
Esos viajes dimensionales iniciados en un guardamuebles generan mil cuestiones vertiginosas acerca de si un doble actúa en el mundo real sólo por diversión, si lo hace impunemente, por encima de la ley, o acerca de por qué los dobles no pueden escribir…
La mente matemático-ingenieril de Carruth se fija en las paradojas temporales, en la simultaneidad y en la anticipación, pero también pone en boca de sus personajes frases como:
—Mi doble y el tuyo son amigos.
El guirigay de las conversaciones de los personajes en un garaje —jóvenes ingenieros con corbata, pinta de repartidores de propaganda mormona, hablando febrilmente, sin parar y a la vez, de trabajo y vender sus productos tecnológicos— presentado de forma distante y salteada para subrayar la calidad de jerga profesional de lo hablado, deliberadamente oscurecido por cortes que dejan inconexos los pasajes, refuerza el ninguneo, el trato de extraño absoluto dedicado al espectador. Es normal que quite las ganas de seguir y provoque justas reacciones de irritado sarcasmo y afán de librarse al fin de de esa monserga sin interés ni gracia sobre
(…) tubos, inyecciones de argón, conveniencia de medir en decagramos, control alimentación placa, circuito autorregulado, dos puntos de reducción al llegar al máximo, incremento registrado contador, concentración proteínas, hongo aspergirus, alimentación parabólica, mejor en los diafragmas, sabías que era impar, supongamos punto A y punto B, no efecto agujero gusano, básicamente mecánica y calor, tentetieso termina rebotando y saliendo por punto B encontramos armario para series montón de minicampos mucho trabajo voltio y medio más de lo que metemos (…)
Pero cuando pasa esta exasperante introducción con la que el factótum Carruth ha ahuyentado sin querer a gran parte del público, la narración se desatasca con la ejecución visible del experimento, coincidiendo más o menos con la voz en off que abre una escotilla en el búnker del relato autista. Al centrarse en dos de los personajes, que experimentan con la máquina un mundo virtual, paralelo, la acción y los diálogos adquieren ritmo y se normalizan, y una cerebral y de veras interesante especulación sobre el doble y asimismo sobre la relación práctica con el doble, en aguda casuística, se abre paso con minuciosa originalidad.
Esos viajes dimensionales iniciados en un guardamuebles generan mil cuestiones vertiginosas acerca de si un doble actúa en el mundo real sólo por diversión, si lo hace impunemente, por encima de la ley, o acerca de por qué los dobles no pueden escribir…
La mente matemático-ingenieril de Carruth se fija en las paradojas temporales, en la simultaneidad y en la anticipación, pero también pone en boca de sus personajes frases como:
—Mi doble y el tuyo son amigos.
SPOILER ALERT: The rest of this review may contain important storyline details.
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Spoiler:
Hablando de Primer, se cumple hoy el primer año desde que publiqué en esta página mi crítica debutante, un cándido y voluntarioso comentario a una de mis películas favoritas, “El hombre tranquilo”. Desde entonces, y como tantos voluntariosos usuarios, he tratado de aportar, con mayor o menor acierto pero lealmente, puntos de vista, opiniones y orientaciones a esta gran comunidad cinéfila.
Por muchos más años, y con salud…
¡Viva FilmAffinity!
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