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Archilupo rating:
7
Drama Susanne is the owner of a model agency in Stockholm. Doris, her most popular model, has an argument with her fiancé, Palle, just before she goes with Susanne to Gothenburg to be photographed in a new collection. In Gothenburg Doris meets an aging Consul, who sees in her a striking resemblance to his wife, now in a mental hospital. The Consul gratifies Doris's desires for fine clothes and jewelry, and the two spend a strenuously exciting ... [+]
Language of the review:
  • es
December 4, 2009
32 of 34 users found this review helpful
Poco antes de sus primeros éxitos internacionales, Bergman incorpora a esta película su pasión por las formas musicales: la estructura del argumento —que como en tantos títulos bergmanianos de los 50 se despliega según lógica circular, comienzo y final en el mismo escenario— es la de una doble fuga.

Susanne (Eva Dahlbeck, belleza lánguida con hechuras viriles) dirige una agencia de fotografía de moda, y Doris (la inolvidable Harriet Andersson de “Un verano con Mónica”) es su modelo principal. Viajan desde Estocolmo a Göteborg para un breve reportaje.
En realidad, Susanne busca reencontrarse con un antiguo amante a quien no puede olvidar. Y a causa del viaje, Doris rompe con su novio.

El viaje nocturno en tren, como a través de la nada, sirve para un hábil reflejo, en imágenes vibrantes y expresionistas, de la intensa frustración de Susanne. Esta limpia forma de narración por imágenes ya abre la película, en arranque contundente. Hasta el minuto 6 no se oye una palabra. Mientras tanto, ruidos significativos: un perturbador repiqueteo de dedos, tomados en primer plano; un recio tic tac… Y densos silencios.
Varios minutos son puro cine, escandinavo si se quiere: una figura en la ventana, campanadas horarias al fondo, calles desiertas al mediodía, pasos resonantes…

Pero con lo puramente visual se conjuga a la perfección lo dramatúrgico, que era el menester primero de Bergman. Hay secuencias capitales resueltas con pauta teatral, mediante puesta en escena exacta, diálogos bien organizados y monólogos impecables.
En torno al eje del viaje a Göteborg se desarrollan ambas historias, contrapunteando semejanzas y diferencias.

La de Doris comienza cuando durante un callejeo sueña ante un escaparate de ropas lujosas. En el reflejo, aparece junto al suyo, al estilo mefistofélico, el de un caballero elegante y maduro, con porte de hidalgo buñuelesco y una extravagante generosidad que lo empuja a regalar prendas suntuosas, collares perfectos (“de perlas canadienses de río”), y a ofrecer el cumplimiento de cualquier deseo ya que, como revela medio en broma, es un ‘hechicero’. En tal atmósfera de embrujo o encantamiento pasean por la ciudad, se meten en atracciones feriales, descritas con impactantes movimientos de cámara y ráfagas de pesadilla en la Montaña Rusa y el Tren del Terror.
Por su parte, Susanne vive un abrupto reencuentro con el amante remiso, en oleadas de sensible y delicado contacto físico.
En ambos sueños de amor apartado de la convención, y romántico en cierto modo, el elemento familiar irrumpe de dispar manera, en fría función institucional.

Con estos apuntes de psicología de la mujer (llenos de modernidad pese a tener más de medio siglo), que plantean la autonomía del deseo femenino y la libre espontaneidad de los sueños románticos, Bergman prefiguró la síntesis de imagen, teatro y estructura musical que cimentaría sus grandes obras venideras.

(7,5)
Archilupo
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