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Archilupo rating:
9
Drama The film is adapted from the autobiography of Wladyslaw Szpilman, a Polish Jew who detailed his survival during World War II. A composer and a pianist, he played the last live music heard over Polish radio airwaves before Nazi artillery hit. During the brutal occupation, he eluded deportation and remained in the devastated Warsaw ghetto. There, he struggled to stay alive even when cast away from those he loved. He would eventually ... [+]
Language of the review:
  • es
September 28, 2008
177 of 213 users found this review helpful
Te vi, Vladek, alma ingenua y romántica, cuando grababas a Chopin en el piano del estudio radiofónico y estallaron los cristales. Entonces el Ruido empezó a adueñarse de esta parte del mundo. Por doquier el Ruido: las bombas y las armas, pero también las voces estridentes, las risotadas zafias, los pisotones marciales que lo jaleaban, preparando el camino.

Te vi, Vladek, cuando quedaste incluido en el ghetto y tocabas en la kawiarnia donde se ventilaba en trapicheos de estraperlo el dinero que todavía quedaba. En aquel rincón tus dedos se deslizaban por el teclado y durante unas horas neutralizaban el sordo retumbar de la matanza que se estaba fraguando.

Te vi en la estación, cuando escapaste in extremis del tren en que, como ganado, los vecinos eran enviados en masa al exterminio tras compartir en silencio briznas de un caramelo pagado a precio de oro.

Te vi, cara triste, escondido de piso en piso, amparado por la Resistencia, que no te dejaba colaborar y te encerraba en apartamentos y buhardillas para salvar tu vida. ¡Cómo te estremecías al oír las notas de la suite de Bach que una protectora tocó una vez al violoncello! Te alimentabas de notas porque tu espíritu de artista inocente fue siempre pura y solamente musical, incapaz de pensar en buenos y malos. Y porque, pobre Vladek, no siempre podían llevarte comida.

Te vi sentado junto a la mesa días y días, fumando y tomando té y apenas las migas raspadas en la despensa vacía o diez alubias que ibas racionando. Y tocar mudamente en el piano el concierto que llegaba de una radio vecina a través del tabique. Una radio no judía, mientras el ghetto era aniquilado.

Te vi, Vladek, delirando febril en el invierno de hielo, vagando por las ruinas de Varsovia devastada, hecho un ecce homo, entre balas perdidas y obuses tercos, sobreviviendo tú también terco y perdido, como un robinsón, un náufrago de la Humanidad torpedeada.

Y te vi cuando, siendo ya un doliente desecho, llegaron a ti las notas del “Claro de Luna” y con ellas la misteriosa cofradía de los melómanos, una escotilla a la vida, para que de tus despojos emergiera El Pianista y, tiritando y exhalando un vaho agónico reanudara, reanudases el duelo contra el Ruido mortal que llevaba años atronando el continente.

Con desgarro, transportado por el artificio portentoso de un compatriota tuyo, yo te vi durante todo ese tiempo, Vladek, y no pude evitar que se me escaparan las lágrimas, por ti y por todos nosotros, hermano mío.

(9,5)
Archilupo
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