Lo que pudo ser y en lo que se ha quedado. Y es que al igual que una buena langosta es sabrosa hasta relamer los dedos, poco a poco han conseguido que sea una indigestión de las que vas corriendo al baño.

La obra se divide en dos partes.
La primera es original, fresca y con un toque ácido que te hace querer saber más. Como nos moldea la sociedad en nuestros gustos y costumbres, o como muchas de nuestras acciones y pensamientos diarios vienen de la costumbre más que del sentido común.

Pero la segunda parte es una mezcla de fumada y locura.
Hay una especie de obsesión por repetir, repetir y repetir la misma idea hasta el punto que asfixia. Con esta repetición lo único que consigue es que olvides el gran planteamiento inicial para solo sufrir ardores con el aburrimiento que produce y su tortura de violines.

Buenas ideas en principio bien plasmadas pero bochornosamente desarrolladas.
Y es que entre genialidad y locura hay una delgada línea como el pelo de una gamba, o en este caso de una langosta.