Cuando me dijeron que Kenneth Branagh había dirigido una película basada en el cómic Thor pensé que el que me lo contaba había tomado por verdadero un pasaje de Entourage. Mi sorpresa al descubrir que tan extraña posibilidad era ciertamente real se convirtió en curiosidad y me hizo superar mi reticencia inicial por los superheroes mágicos como Thor o Superman (me gustan más los superheroes "realistas" como Ironman o Batman).

La verdad es que se nota la impronta de Kenneth Branagh. Este director, que debe ser el que más películas basadas en obras de Shakespeare ha dirigido, ha insuflado gran parte del espíritu del escritor inglés en esta película, sobre todo cuando describe el mundo fantástico del que viene el protagonista. Así, las grandes pasiones shakespearianas se hacen presentes: ambición, honor, traición, el amor paterno-filial, la competencia entre hermanos, la rebeldía y, sobre todo, la redención. Tan bien se lo pasa el director describiendo el mundo fantástico de Thor que se nota que cuando le toca contar su paso por el mundo real se da cuenta de que se le agota el metraje y se ve obligado a atajar dejando esta segunda mitad demasiado tosca, forzada y sin apenas enjundia hasta el punto imperdonable de aburrir. De todos modos el espectáculo de la primera mitad y del final no desmerece en absoluto y hace que uno perdone tanto la segunda mitad como que el vestuario recuerda a los Caballeros del Zodiaco.