Una mujer mayor (Anouk Aimée) regresa cincuenta años después al campo de concentración donde vivió un calvario de adolescente, buscando en los recuerdos una cura que el intento de olvido no le ha proporcionado.
Un poco telefílmica en la forma, intimista, psicológica, escasa de grandes sucesos pero rica en pequeños detalles, la película transcurre sin flash-backs ni aspavientos (no hay ni una escena de llanto), y abunda en paseos que por momentos casi llegan a cansar.
Su extrema sobriedad puede hacer que decepcione. Pero aceptando su contención me parecen muy interesantes los temas que plantea y desarrolla: el debate recuerdo/olvido como modo de recuperación ; las distintas formas de recordar los mismos hechos dependiendo de la persona; la necesidad de mantener vivo ese abominable pasado a través de las nuevas generaciones (comprometidas pero a la vez algo superficiales); la irracionalidad del sentimiento de culpa por “olvidarse de recordar” a veces, o simplemente porque otros muriesen y ella no; o la necesidad de extraer algo de poesía del horror (“tal vez es aquí donde fui más amada…”)
E interesante guión aparte, la película constata que la mítica Anouk Aimée sigue en plena forma. Que sea por muchos años.