Película romántica contra todo pronóstico (el arranque, una de las representaciones de la pobreza más veraces y demoledoras que recuerdo, no parecía augurar mucha luz ni mucho optimismo).

La desdichada pareja protagonista está encarnada por Juliette Binoche (absolutamente extraordinaria) y Denis Lavant (actor fetiche de Leos Carax, de físico muy adecuado para el papel de “indigente por naturaleza”).

Película de cómo el amor puede surgir en medio de una gran degradación física y moral, y en el lugar más insospechado (gran escenario ese ruinoso Pont-Neuf, en fuerte contraste con ese París chisporroteante de luz que lo rodea).
Pero, ¿es un amor verdadero, o es un agarrarse al único clavo ardiendo que hay a mano…? (es lo que te preguntas por parte de ella).
Por parte él, observamos el gran egoísmo que a veces acarrea el amor (prefiriendo ver mal a la persona amada pero tenerla cerca, que verla bien y tal vez perderla).
Amor inesperado y espinoso.

Aparte del componente romántico (como digo jamás azucarado) hay otros aspectos que ayudan a eludir lo deprimente del perrísimo planteamiento: ciertos toques de humor, y algunas escenas de un repentino vitalismo: los fuegos artificiales, la música movida, o esa antológica imagen de una Juliette Binoche indigente, borracha y casi ciega haciendo esquí acuático por el Río Sena (¡y no resulta ridícula!).