Average rating
5.9
Ratings
1,881
Reviews
75
Lists
19
Movie recommendations
- Ratings by category
- Contact
-
Share his/her profile
Ludovico rating:
10
7.8
6,701
Drama
Tarkovsky mixes flash-backs, historical footage and original poetry to illustrate the reminiscences of a man about his childhood during World War II, adolescence, and a painful divorce in his family. The story interweaves reflections about Russian history and society. It is based on Tarkovsky’s childhood in the Soviet Union before, during and after World War II.
Language of the review:
- es
February 21, 2011
214 of 232 users found this review helpful
No creo que esta película sea exactamente ininteligible o refractaria a la interpretación. Por el contrario, me parece perfectamente comprensible en su esquema básico (aunque siempre haya, por descontado, múltiples elementos abiertos a la interpretación), pero, eso sí, con dos condiciones iniciales: 1) estar bien informado acerca de la vida del director (pues la película es crípticamente autobiográfica), y 2) tener bien claro en todo momento quién es quién en la película (lo cual, teniendo en cuenta que, en dos casos, el mismo actor o actriz interpreta a dos personajes distintos, exigirá sin duda más de una visión). Con estas dos condiciones cumplidas, la trama resulta comprensible, si bien no deja de ser extremadamente compleja. Por otra parte, la renuncia a un esquema narrativo clásico en favor de un esquema poético, en el que el desarrollo de los acontecimientos se mueve por vías distintas a las de la causalidad en su sentido convencional, y la continua ruptura de la continuidad cronológica, ciertamente, no facilitan las cosas.
Esa primera condición a que acabo de referirme (conocer la vida del director para poder dar su sentido a infinidad de circunstancias que de otro modo pasarían inadvertidas) plantea un problema, en mi opinión, importante: ¿es legítima esa exigencia extrafílmica, por decirlo así, por parte del director?, ¿no es ésa una limitación a la universalidad que debe caracterizar la obra de arte y no plantea una contradicción con los propios principios artísticos de Tarkovsky? El problema es complejo y lo paso por alto, pues no me atrevo a dar en unas pocas líneas una respuesta tajante en un sentido o en otro. En todo caso, debe admitirse que puede ser necesario tener que ver una película en repetidas ocasiones para llegar a su comprensión; esa dificultad, que puede molestar a algunos, es propia, por la naturaleza misma de las cosas, de toda obra creativa profunda. ¿Alguien entiende íntegramente a Heidegger a la primera lectura? ¿Se captan todos los matices de una obra polifónica en la primera audición? ¿Por qué pedírselo entonces a Tarkovsky? “La belleza es difícil”, dicen que dijo Sócrates.
Dejando, pues, a un lado ese problema y satisfechas las citadas condiciones, se percibe con relativa claridad que la película plantea un esquema perfectamente lógico, a su manera, en el que unos acontecimientos llevan a otros de forma natural y en absoluto arbitraria, aunque no siempre evidente.
Pero un nuevo problema surge entonces; pues, más allá de la intelección superficial de los “hechos”, captar su sentido profundo exige participar (o, al menos, conocer) los presupuestos intelectuales de Tarkovsky, que no tienen nada que ver con los criterios vigentes o dominantes en la sociedad contemporánea.
(Aunque no es en absoluto mi norma saltarme los 3.000 espacios de la crítica, me veo obligado a recurrir excepcionalmente al “spoiler” para terminar la exposición.)
Esa primera condición a que acabo de referirme (conocer la vida del director para poder dar su sentido a infinidad de circunstancias que de otro modo pasarían inadvertidas) plantea un problema, en mi opinión, importante: ¿es legítima esa exigencia extrafílmica, por decirlo así, por parte del director?, ¿no es ésa una limitación a la universalidad que debe caracterizar la obra de arte y no plantea una contradicción con los propios principios artísticos de Tarkovsky? El problema es complejo y lo paso por alto, pues no me atrevo a dar en unas pocas líneas una respuesta tajante en un sentido o en otro. En todo caso, debe admitirse que puede ser necesario tener que ver una película en repetidas ocasiones para llegar a su comprensión; esa dificultad, que puede molestar a algunos, es propia, por la naturaleza misma de las cosas, de toda obra creativa profunda. ¿Alguien entiende íntegramente a Heidegger a la primera lectura? ¿Se captan todos los matices de una obra polifónica en la primera audición? ¿Por qué pedírselo entonces a Tarkovsky? “La belleza es difícil”, dicen que dijo Sócrates.
Dejando, pues, a un lado ese problema y satisfechas las citadas condiciones, se percibe con relativa claridad que la película plantea un esquema perfectamente lógico, a su manera, en el que unos acontecimientos llevan a otros de forma natural y en absoluto arbitraria, aunque no siempre evidente.
Pero un nuevo problema surge entonces; pues, más allá de la intelección superficial de los “hechos”, captar su sentido profundo exige participar (o, al menos, conocer) los presupuestos intelectuales de Tarkovsky, que no tienen nada que ver con los criterios vigentes o dominantes en la sociedad contemporánea.
(Aunque no es en absoluto mi norma saltarme los 3.000 espacios de la crítica, me veo obligado a recurrir excepcionalmente al “spoiler” para terminar la exposición.)
SPOILER ALERT: The rest of this review may contain important storyline details.
View all
Spoiler:
El arte de Tarkovsky sólo puede entenderse, yo creo, desde la perspectiva del arte sagrado tradicional; los mismos principios que regían la pintura ortodoxa de iconos o la música ritual hace diez siglos rigen, en lo esencial (con las adaptaciones obviamente necesarias), el arte cinematográfico del director ruso; y esos principios, de carácter espiritual o religioso, nada tienen que ver con los del arte occidental posmedieval y resultarán, a muchos, absolutamente ajenos.
Eso implica, para empezar, una concepción distinta del tiempo y el espacio; el tiempo y el espacio dejan de tener la convencional homogeneidad cartesiana; el tiempo no es una línea recta que avanza desde el pasado hacia el futuro pasando por el presente, sino que se parece más a un presente eterno en el que los acontecimientos del “pasado” se intensifican, se hacen presentes en función de tal intensificación, y pueden ser incluso más plenamente reales que cuando aparecieron en la existencia, más reales que aquellos que estamos convencionalmente acostumbrados a considerar como “presentes”; los acontecimientos así “densificados” se unen por su vinculación ontológica, no por una superficial cronología, en un espacio devenido espacio imaginal, no material o físico, y, por ello mismo, tanto más real. La temporalidad y la espacialidad de “El espejo” son cualitativas, no cuantitativas
Además, hay que tener presente que Tarkovsky es básicamente dos cosas: ruso y cristiano, pero no en el sentido en que hoy en día se entienden estos conceptos. No es ruso porque así lo dijera su pasaporte, sino porque se sentía plenamente partícipe del alma rusa (ese concepto romántico del alma de los pueblos, tan desprestigiado hoy en día; probablemente los rusos han sido los últimos europeos en perder su alma, ante el ataque devastador del materialismo moderno), lo que le lleva a identificarse con toda la historia de su pueblo, una historia (que en Tarkovsky es en realidad metahistoria) en la que el individuo no puede separarse de la colectividad (y por aquí podemos empezar a entender los aspectos históricos de la película, de otro modo incomprensibles). Análogamente, si es cristiano, lo es igualmente a la manera “antigua”, es decir, que tiene en alguna medida una vivencia cósmica de la sacralidad, que se siente inmerso en un universo sagrado en el que todo, hasta lo más nimio y cotidiano, tiene un sentido transcendente (lo que, obviamente, tiene muy poco que ver con la manera moderna de ser cristiano: la religión como mera ideología o código moral socializado que coexiste con un materialismo fáctico).
Creo que estos presupuestos, aquí someramente enunciados, puede ayudar a entender el cine de Tarkovsky y, en particular, “El espejo”. Empezar a analizar mínimamente esta compleja (pero en absoluto ininteligible) película llevaría un espacio muy superior al que permite una crítica en Filmaffinity.
Eso implica, para empezar, una concepción distinta del tiempo y el espacio; el tiempo y el espacio dejan de tener la convencional homogeneidad cartesiana; el tiempo no es una línea recta que avanza desde el pasado hacia el futuro pasando por el presente, sino que se parece más a un presente eterno en el que los acontecimientos del “pasado” se intensifican, se hacen presentes en función de tal intensificación, y pueden ser incluso más plenamente reales que cuando aparecieron en la existencia, más reales que aquellos que estamos convencionalmente acostumbrados a considerar como “presentes”; los acontecimientos así “densificados” se unen por su vinculación ontológica, no por una superficial cronología, en un espacio devenido espacio imaginal, no material o físico, y, por ello mismo, tanto más real. La temporalidad y la espacialidad de “El espejo” son cualitativas, no cuantitativas
Además, hay que tener presente que Tarkovsky es básicamente dos cosas: ruso y cristiano, pero no en el sentido en que hoy en día se entienden estos conceptos. No es ruso porque así lo dijera su pasaporte, sino porque se sentía plenamente partícipe del alma rusa (ese concepto romántico del alma de los pueblos, tan desprestigiado hoy en día; probablemente los rusos han sido los últimos europeos en perder su alma, ante el ataque devastador del materialismo moderno), lo que le lleva a identificarse con toda la historia de su pueblo, una historia (que en Tarkovsky es en realidad metahistoria) en la que el individuo no puede separarse de la colectividad (y por aquí podemos empezar a entender los aspectos históricos de la película, de otro modo incomprensibles). Análogamente, si es cristiano, lo es igualmente a la manera “antigua”, es decir, que tiene en alguna medida una vivencia cósmica de la sacralidad, que se siente inmerso en un universo sagrado en el que todo, hasta lo más nimio y cotidiano, tiene un sentido transcendente (lo que, obviamente, tiene muy poco que ver con la manera moderna de ser cristiano: la religión como mera ideología o código moral socializado que coexiste con un materialismo fáctico).
Creo que estos presupuestos, aquí someramente enunciados, puede ayudar a entender el cine de Tarkovsky y, en particular, “El espejo”. Empezar a analizar mínimamente esta compleja (pero en absoluto ininteligible) película llevaría un espacio muy superior al que permite una crítica en Filmaffinity.