Cuando me dispongo a ver una película biográfica, sin saber cuánto dura, le calculo mentalmente mucho tiempo y me dispongo a ver al sujeto, sujeta en este caso, desde que babea de niña hasta que lo hace de vieja.
Aquí, no. Vemos a Astrid desde que tiene 16 años hasta unos 25 más o menos, su época escabrosa, porque, vamos a ver, era una seductora.
En fin, que gran parte de la película se pasa en sus ansiedades por recobrar al hijito que ha tenido y que no puede tener consigo, cosas de aquella época, también en Suecia, qué se habían creído.
Y resulta que cuando la cosa se está poniendo a punto de caramelo, la protagonista mira para arriba y adiós muy buenas. Se acabó lo que se daba.
Es interesante conocer un poco más a la autora de Pipi, pero me ha sabido a poco.