Hijas de la misma madre, ORGULLO Y PREJUICIO y Sentido y sensibilidad tienen entre sus circunstancias comunes un pianoforte, bailes de época, la buena pila de hermanas y parte de su ambientación en la incomparable campiña inglesa. La diferencia más notable entre la una y la otra, entre ORGULLO Y PREJUICIO y Sentido y sensibilidad, es Keira Knightley, que a comienzos de la película, sobre todo, muestra mucho los dientes, igual que un caballo de carreras pronto a correr las 2000 Guineas.
¿Qué habría pasado si se hubiera prescindido de ese hieratismo exagerado de Matthew Macfadyen y de la forzada y estúpida sonrisa de Simon Woods? ¿Qué, si en vez de Joe Wright el director de la cosa hubiese sido Ang Lee? ¿Y qué, si se hubiera fichado para los papeles principales a tipos de la apostura de Hugh Grant, de la solvencia de James Fleet, de la eficacia de Tom Wilkinson?
Pues, probablemente, que ORGULLO Y PREJUICIO habría salido redonda, y no algo que quiere parecerse a todo trance y en todo momento a esa maravilla que Emma Thompson trasladó para Hollywood desde las páginas de Jane Austen y, del todo, no puede.