Ron Howard ha adaptado con bastante fidelidad el libro, aunque no podemos olvidar que una buena adaptación no tiene que ver con su fidelidad, sino con saber plasmar cinematográficamente algo que querer contar, partiendo de un relato. Pues bien, al tratarse El Código Da Vinci de un libro ya de por sí cinematográfico (muchos diálogos, acción, capítulos separados por secuencias...) no hay mucho que aportar.

Pero dejando de lado la adaptación, la película como unidad está bien realizada, con un ritmo que no deja tregua al espectador; quizá se quiere contar todo y no da tiempo, por lo que no se profundiza mucho en los personajes y la historia se centra en hechos tras hechos, pistas perseguidas y averiguadas en un abrir y cerrar de ojos. Tanta acción da ritmo, entretiene, gusta. Pero quizá se echa en falta algo más de profundidad, que en cierto momento se da al debatir sobre la fe de la Iglesia; y sin embargo lo que consigue esta película es volver a abrir heridas en el Catolicismo, llevándose a cabo los debates tras la película, y no en el interior de la misma. Podría haber sido un instrumento ideal para que el autor aportara un punto de vista diferente, profundizar sobre la religión y la vida a través de sus personajes.

Pero en fin, tampoco se puede reprochar nada a una película que está bien dirigida y consigue entrener, ya que su propósito esencial era este, y no hacer más mella en las conciencias, que para eso está otro tipo de cine.