Un grupo de confederados asalta un convoy de la Unión y les roban un cargamento de lingotes de oro para llevárselos al ejército sureño. Sin embargo, a su regreso, la guerra ha terminado y deciden quedarse con el oro.
Entretenido y casi notable western de Roy Huggins. En menos de ochenta minutos nos ofrece ritmo, acción a raudales, estupenda fotografía, personajes bien definidos, intimismo... Saca además, como suele hacer André De Toth, máximo partido y ¡expresión! a Randolph Scott que se mueve como nunca, y a Lee Marvin le regala uno de esos personajes que borda como siempre.
Pero ¡ay amigos! cuando ya estábamos felices y dichosos en nuestro sillón aparece una banda de 'malosos' que, como diría mi padre, parecen "la charanga del tío Honorio". Gordos, viejos y bobalicones, parecen salidos del slapstick del cine mudo. Además de hacer y decir sandeces, tienen la misma dureza y complejidad que una película de Marisol. Y claro, enfrentar a estos "fenómenos" con la banda de Scott se nos hace un tanto inverosímil. Eso sí, para "fenómeno" el del casting de 'malosos'. O tuvo un mal día o iba de Jack Daniel's hasta las orejas el pibe.