Zarandajas y conejos.
Por un lado, pesada, cansina y aburrida, torpe y repetitiva, chusca y desagradable, fantasía, y por el otro, gruesa y gorda, burda y maniquea, estrepitosa y tontorrona, realidad, la mezcla de ambas partes contratantes la convierte en un cuento bobo fofo extenuante y romo con algunos pequeños hallazgos deslumbrantes o gozosos relajos y mucha purrela o morralla y con, la inmensa mayor parte del tiempo, un discurrir o pasar bastante apesadumbrado y plomizo o distante, una galería de los horrores o suma de atrocidades, un blando relamido almibarado cruel lisérgico manufacturado enfermizo ejercicio sadomasoquista, para variar, de estilo lleno de tachuelas, atropellos, bagatelas y enormidades, un tebeo lobotomizado, expurgado, sin alma, un puto engendro maqueado.
Y además llena de pistas falsas, trampas y añagazas que solo en su final tiene cierta gracia o alguna pericia.