El futuro será chino o no será (Nosotros, los llamados occidentales y sus colonias, somos pasado, duda, debilidad y triste ironía. No resistiremos ni podemos. No lo merecemos. Somos ruina y arqueología. Hecatombe y derrumbe. Cochambre. Vetusta crónica de una muerte retardada. Ya pasó). Solo hay que ver cómo amaban estos zagales chinos allá por los años cincuenta, en tierra de nadie, lejos de ninguna parte, sin nada, qué hermosura. Y su devoción por la enseñanza, la escuela y el maestro. Y la comunidad entera unida en una sola misión. Y el matrimonio indestructible. Y el hijo amado y agradecido.
El futuro será amarillo, y rojo, rojigualdo y oriental. Serán dominio, vanguardia y cumbre. Lo serán. Imperio verdadero. Totalidad y abismo. Lo son ya.
Esperad un momento... Me comunican que el criticucho al que había amordazado y cegado (por cansino y duerme ovejas,) y sustituido en su labor escritora, y didáctica, parece que se ha dado a la fuga (utilizó un palillo de dientes para abrir un túnel y ahora dicen que debe andar por Luxemburgo). Pero dejó esta nota que paso a reproducir, soy fiel a la verdad y los hechos, a la realidad concreta, filtro libre, a pesar de la horrorosa opinión que me merece este personajillo tan graciosillo, su infame verborrea. Parece que su minicrítica, lamentable, tediosa y muy telegráfica, dice tal que así:
Zhang Yimou lo volvió a hacer Stop De la nada, con dos colgajos y un pingajo montó, orquestó la historia de amor más grande jamás contada Stop Y femenina además, activa y no pasiva, deseanta y no acosada Stop Guerrera, ninja y pimpollo rojo Stop Voluntad pura; de una sola idea, con la que ilumina el universo entero Stop La película es perfecta; ni hablar de ñoñería, simpleza o cursilería Stop Es una obra maestra, perfecta en lo suyo; en el amor puro Stop Te abre en canal, te saca el corazón y te lo pinta de belleza Stop
Yo: Viva la niña analfabeta. La del trapo rojo y la coleta, la del cuenco y la bandera, la del telar y el cocineo. La del prendedor y la carrera, la del arrebol en los mofletes y la sonrisa que me muero. La caminadora y aguadora, la que espera, siempre. Yo la quiero y me ofrendo.
Él: No es más que el sórdido cuento, eterno como el hambre, de una niña bonita en pueblo cafre que, justo por eso, por ser tan linda y pintiparada, no se conforma con lo que le toca y espera, y así rechaza con malos modos y aires de diva divina, qué se habrá creído la no leída, a los gañanes y garrulos que la pretenden. De ahí que se enamore sin apenas motivo y al instante, daba igual el hombre o el nombre, indiferente, el amor ya estaba prendido de su ansia trepadora, solo quería maestro, no importaba si buen mozo o tipo infecto, quería subir, mejorar clase, criar un niño de otro aire. Y por eso su empeño obsesivo, se jugaba la vida entera, la de su progenie y la de su estirpe. El amor, como siempre, percha que acepta y asume todo, de la que se cuelga el mundo entero, pantalla que cubre con su velo todo lo que es feo.