Average rating
4.2
Ratings
2,750
Reviews
2,750
Lists
0
Movie recommendations
- Ratings by category
- Contact
-
Share his/her profile
Ferdydurke rating:
3
6.0
9,265
Language of the review:
- es
December 17, 2017
45 of 77 users found this review helpful
(Pido perdón por la socorrida, tan poco imaginativa y básica metáfora culinaria, de donde no hay no se puede sacar)
O le han dado una mala receta, de las que habían reservado para dar un timo a cualquier incauto director y/o productor que pasara por allí, vendiéndosela a precio de oro, o es un cocinero muy torpe y desastroso, el caso es que los elementos son los de siempre, reconocibles, esa mezcla extraña, simpática e iluminadora de humor, crónica negra (horror) y aventura jocosamente reflexiva, pero aquí mal puestos, dosificados o juntados, desfigurados, chapuceramente presentados y aderezados, desproporcionadamente compuestos y relacionados. Y además hay una salsa nueva, rara, una especie de pegote a última hora que suena al toque final del cocinero torpe y desastroso que acaba de destrozar la horrible receta que ya de por sí tenía muy mala pinta.
Años cincuenta, pueblo/urbanización idílica (como de utopía distópica: tan propia de esa época, aquella moda o corriente que se produjo cuando los hombres volvieron de la Segunda Guerra Mundial -dejó muy tocada, muy destruida la vieja Europa, hecho que aprovecharon los norteamericanos, lógicamente, también en el cine, ámbito en el que se hicieron los amos, de esos polvos, estos lodos-, las mujeres fueron enviadas otra vez al hogar -habían estado muchas de ellas ocupando los puestos de trabajo de sus maridos ausentes por irrupción bélica- y se propició un desplazamiento de cierto tipo de trabajadores más o menos bien remunerados hacia barrios alejados del centro y de cualquier tipo de conflicto vidrioso o convivencia crispada, con lo que se formaron guetos de blancos, de matrimonios jóvenes de clase media encerrados en la feliz prosperidad de una época de auge económico y esperanza nacional; de progreso colosal, la fiesta antes de la caída vietnamita, la gran crisis del petróleo de los años setenta y los estertores de la guerra fría. En definitiva, ese paraíso edénico transformado en purgatorio frigorífico o infierno blando y dichoso que películas como "Revolutionary Road", "Las horas" en la parte de Moore o aquella película de Close y Kidman titulada "Las mujeres perfectas" nos han ido enseñando con el paso de los años), racismo y un suceso escabroso.
Todos los matices y los géneros se nos presentan rápida y sucesivamente. Juegan al despiste durante un rato. Hasta que pronto te dan un dato* y comprendes, no hay misterio, que es lo de siempre, solo había sido un pequeño susto o retraso.
Después, se van sumando acontecimientos sin orden ni concierto, el posible humor sutil y retorcido va derivando hacia lo grotesco y penoso, el crimen sugerido se torna en aquelarre estrepitoso y sin ningún sentido, y la pura aventura narrativa se tuerce hacia el absurdo, el disparate y la falta de control como destino.
Es como si le fuesen añadiendo, pura acumulación mostrenca y sin criterio, elementos al guiso (sí, otra vez con la maldita cocina) hasta que en un momento dado aquello estalla por los aires y ya no se puede comer.
Tiene algún detalle gracioso, Julian Moore y Matt Damon son, cada uno en lo suyo, ella en el hieratismo matizado y complejo y esquinado, él en la simpleza franca y honesta y plena, de lo mejorcito que ha dado el cine norteamericano comercial en los últimos años, ya décadas, el niño se esfuerza y el resto acompaña con discreción y soltura (el gordo malo y el de los seguros, Isaac, están muy bien), pero parece evidente que el resultado es un estropicio, un brebaje o comistrajo (sí...) que no se puede tragar, a lo sumo observar con una mezcla de pena, compasión, tristeza y un poco de asco-risa.
O le han dado una mala receta, de las que habían reservado para dar un timo a cualquier incauto director y/o productor que pasara por allí, vendiéndosela a precio de oro, o es un cocinero muy torpe y desastroso, el caso es que los elementos son los de siempre, reconocibles, esa mezcla extraña, simpática e iluminadora de humor, crónica negra (horror) y aventura jocosamente reflexiva, pero aquí mal puestos, dosificados o juntados, desfigurados, chapuceramente presentados y aderezados, desproporcionadamente compuestos y relacionados. Y además hay una salsa nueva, rara, una especie de pegote a última hora que suena al toque final del cocinero torpe y desastroso que acaba de destrozar la horrible receta que ya de por sí tenía muy mala pinta.
Años cincuenta, pueblo/urbanización idílica (como de utopía distópica: tan propia de esa época, aquella moda o corriente que se produjo cuando los hombres volvieron de la Segunda Guerra Mundial -dejó muy tocada, muy destruida la vieja Europa, hecho que aprovecharon los norteamericanos, lógicamente, también en el cine, ámbito en el que se hicieron los amos, de esos polvos, estos lodos-, las mujeres fueron enviadas otra vez al hogar -habían estado muchas de ellas ocupando los puestos de trabajo de sus maridos ausentes por irrupción bélica- y se propició un desplazamiento de cierto tipo de trabajadores más o menos bien remunerados hacia barrios alejados del centro y de cualquier tipo de conflicto vidrioso o convivencia crispada, con lo que se formaron guetos de blancos, de matrimonios jóvenes de clase media encerrados en la feliz prosperidad de una época de auge económico y esperanza nacional; de progreso colosal, la fiesta antes de la caída vietnamita, la gran crisis del petróleo de los años setenta y los estertores de la guerra fría. En definitiva, ese paraíso edénico transformado en purgatorio frigorífico o infierno blando y dichoso que películas como "Revolutionary Road", "Las horas" en la parte de Moore o aquella película de Close y Kidman titulada "Las mujeres perfectas" nos han ido enseñando con el paso de los años), racismo y un suceso escabroso.
Todos los matices y los géneros se nos presentan rápida y sucesivamente. Juegan al despiste durante un rato. Hasta que pronto te dan un dato* y comprendes, no hay misterio, que es lo de siempre, solo había sido un pequeño susto o retraso.
Después, se van sumando acontecimientos sin orden ni concierto, el posible humor sutil y retorcido va derivando hacia lo grotesco y penoso, el crimen sugerido se torna en aquelarre estrepitoso y sin ningún sentido, y la pura aventura narrativa se tuerce hacia el absurdo, el disparate y la falta de control como destino.
Es como si le fuesen añadiendo, pura acumulación mostrenca y sin criterio, elementos al guiso (sí, otra vez con la maldita cocina) hasta que en un momento dado aquello estalla por los aires y ya no se puede comer.
Tiene algún detalle gracioso, Julian Moore y Matt Damon son, cada uno en lo suyo, ella en el hieratismo matizado y complejo y esquinado, él en la simpleza franca y honesta y plena, de lo mejorcito que ha dado el cine norteamericano comercial en los últimos años, ya décadas, el niño se esfuerza y el resto acompaña con discreción y soltura (el gordo malo y el de los seguros, Isaac, están muy bien), pero parece evidente que el resultado es un estropicio, un brebaje o comistrajo (sí...) que no se puede tragar, a lo sumo observar con una mezcla de pena, compasión, tristeza y un poco de asco-risa.
SPOILER ALERT: The rest of this review may contain important storyline details.
View all
Spoiler:
* El chaval va a la rueda de reconocimiento y comprendemos que la pareja feliz se ha marcado un desaprensivo "El cartero siempre llama dos veces" con la pobre parapléjica y santa parienta. Una escena, como casi todas las demás, algunas incluso peor, un poco inverosímil y bastante forzada.
Es como si a los Coen les hubieran añadido un poco de oportunismo político puramente coyuntural (desde la queja negra por la falta de nominaciones en una reciente gala de los Óscar y, por lo tanto, por su falta de representatividad en el cine norteamericano, no han parado (exagero) de sucederse películas sobre racismo de un maniqueo (la mayoría) simplista y grosero que no se puede ni tratar de explicar de lo burdo y cutre que es la reacción, muy cínica e hipócrita de tan evidente y consecutiva), algo, si mal no recuerdo, a lo que ellos son alérgicos (atenta contra la visión del mundo que aparece machaconamente en sus películas tan descreídas, sarcásticas y poco convencionales -aunque ahora ya son una marca, casi una franquicia, hasta tienen una serie a su medida, imagen y semejanza, "Fargo", sí).
En los Coen la broma es más profunda y graciosa, la muerte, más milimétrica (una, casi, ciencia), la trama está más ajustada, el guion tiene más rigor y además todo ese entramado suele servir como simple, o gran y lúcida excusa, para reflexionar/mostrar la condición humana en su desnudez, retratada implacablemente en dos aspectos fundamentales y esenciales, tanto es así que se comen a los demás, la, por un lado, gigantesca estupidez producida o provocada por nuestro egoísmo avaricioso y falta de entendederas y, por el otro, la desbaratada maldad que nos asola al tratar de salirnos con la nuestra (económicamente la mayoría de las veces) caiga quien caiga, literalmente. En un contexto estadounidense tan proclive a resolver cualquier asuntillo, o asuntazo, de nada a lo bruto, a tiro limpio o a machetazo, navajazo, flechazo, cuchillazo, arponazo, bastonazo..., o lo que sea que tengan más a mano para perpetrar el tanto tiempo deseado asesinato soñado.
Aquí, en cambio, la historia está tan mal resuelta y el pegote racial suena tan a impostado (no está desarrollado nada más que como caricaturesco bosquejo) que no cabe ni reflexión ni parábola ni fábula ni leches, solo un prospecto mostrenco y atrabiliario que nada más que ofrece como alivio pequeños destellos de lo que podría haber sido si hubiera caído el material de inicio en mejores manos, no tan burdas y de pocas luces.
Siendo más bondadosos, podríamos concebir que el bueno de Clooney tal vez quiso mostrar cómo la violencia racista tiene el mismo origen y fundamento que la puramente criminal y pecuniaria-lujuriosa, que son ambas hermosas hijas del mal, confundidas también ellas en su idiocia y perversión, en su burricie y mala intención.
Puede ser. Pero para ese viaje no hacían falta unas alforjas tan mal hiladas y poco claras, tan bastas y romas.
He dicho.
Es como si a los Coen les hubieran añadido un poco de oportunismo político puramente coyuntural (desde la queja negra por la falta de nominaciones en una reciente gala de los Óscar y, por lo tanto, por su falta de representatividad en el cine norteamericano, no han parado (exagero) de sucederse películas sobre racismo de un maniqueo (la mayoría) simplista y grosero que no se puede ni tratar de explicar de lo burdo y cutre que es la reacción, muy cínica e hipócrita de tan evidente y consecutiva), algo, si mal no recuerdo, a lo que ellos son alérgicos (atenta contra la visión del mundo que aparece machaconamente en sus películas tan descreídas, sarcásticas y poco convencionales -aunque ahora ya son una marca, casi una franquicia, hasta tienen una serie a su medida, imagen y semejanza, "Fargo", sí).
En los Coen la broma es más profunda y graciosa, la muerte, más milimétrica (una, casi, ciencia), la trama está más ajustada, el guion tiene más rigor y además todo ese entramado suele servir como simple, o gran y lúcida excusa, para reflexionar/mostrar la condición humana en su desnudez, retratada implacablemente en dos aspectos fundamentales y esenciales, tanto es así que se comen a los demás, la, por un lado, gigantesca estupidez producida o provocada por nuestro egoísmo avaricioso y falta de entendederas y, por el otro, la desbaratada maldad que nos asola al tratar de salirnos con la nuestra (económicamente la mayoría de las veces) caiga quien caiga, literalmente. En un contexto estadounidense tan proclive a resolver cualquier asuntillo, o asuntazo, de nada a lo bruto, a tiro limpio o a machetazo, navajazo, flechazo, cuchillazo, arponazo, bastonazo..., o lo que sea que tengan más a mano para perpetrar el tanto tiempo deseado asesinato soñado.
Aquí, en cambio, la historia está tan mal resuelta y el pegote racial suena tan a impostado (no está desarrollado nada más que como caricaturesco bosquejo) que no cabe ni reflexión ni parábola ni fábula ni leches, solo un prospecto mostrenco y atrabiliario que nada más que ofrece como alivio pequeños destellos de lo que podría haber sido si hubiera caído el material de inicio en mejores manos, no tan burdas y de pocas luces.
Siendo más bondadosos, podríamos concebir que el bueno de Clooney tal vez quiso mostrar cómo la violencia racista tiene el mismo origen y fundamento que la puramente criminal y pecuniaria-lujuriosa, que son ambas hermosas hijas del mal, confundidas también ellas en su idiocia y perversión, en su burricie y mala intención.
Puede ser. Pero para ese viaje no hacían falta unas alforjas tan mal hiladas y poco claras, tan bastas y romas.
He dicho.