Al final ganan las batallas y hasta las guerras, salvar al soldado Ryan, los gringos, sin querer queriendo, por añadidura, por descontado, es lo que tienen, les sobra.
El final perfecto, qué duda cabe, hubiera sido el de la muerte absoluta, mundial y democrática, ni títere con cabeza, de todos, de los unos y los otros y los que no están y los que no vinieron y los por venir o venideros y los de antes de todo del tiempo.
Tal como queda es un remiendo, un remedo, un parche, un apaño, un cebo, placebo, una chapuza, un engendro, no hay cojones, se hace lo que se puede, se rajan.
Más El puente sobre el río Kawi, siempre.
Los actores están bien, la dirección igual, es en el mientras tanto donde la costra (cosa falla o flaquea, está anémica, exangüe, a punto de echar el bofe, se desangra, anoréxica, somnífera) se le pega al espectador y no le deja en paz, la legaña, el muermo, la caraja, la purrela, muy subrayada y, a la vez, muy vaga, tan precisa y minuciosa como desganada y poco clara, muy sutil y tan machacona, tétrica y épica.
El bueno y el malo, Dafoe y Berenger, las dos caras de la misma moneda con el coronel Keith Kurtz Kaputt como padre padrone o símbolo enloquecido enloquecedor del disparate universal, del sindiós más mostrenco intrínseco y extrínseco.
Escuadra hacia la muerte.
Claustrofóbica, opresiva. Fantasmas. Muertos vivientes (no se sabe bien si son cadáveres que actúan como si estuvieran vivos, los otros, como si no se hubieran dado cuenta todavía de que han fallecido hace tanto tiempo, o si viven, pero creen que están criando malvas, Pedro Páramo).
Crematorio. Duermevela. El jeep ese en medio (surgido) de la nada como un heraldo negro recuerda a la furgoneta fúnebre de Seven surcando el tiempo como un velero.
Y Johnny cogió su fusil.
Amanece que no es poco.
Depredador.
Picasso, obvio.
Bacon.