A raíz de la "gran" trayectoria de uno y el escueto fiasco del otro, la unión de J.J. Abrams en la producción y Avery en la dirección no presagiaba nada bueno. Efectivamente que diría el tópico. Abrams aporta pasta para un diseño de producción notable, un envoltorio llamativo y costoso que enmascare que lo que hay dentro no deja de ser una baratija. Una baratija de los ochenta, periodo en el que J.J. tiene su filón particular nostálgico de su juventud. Las Hazañas Bélicas en la pantalla de esa década tampoco fueron muy brillantes que digamos, pero J.J. las adereza y especia con el fantástico y una pizca (poca) de terror. Todo ello del barato, en un refrito de sobras de clichés. Como estamos en el siglo XXI el negro habitual, colocado para cumplir la cuota racial y que solía ser carne de cañón en este tipo de cintas, ahora es el afroamericano prota. Nos alegramos por ello. Lo demás es un "pulp" construido con plantilla con un guión previsible no, lo siguiente, que se dice ahora. Al comienzo hay unos minutos de notable tensión bélica con el derribo del bombardero. El resto me hubiera fascinado cuarenta años atrás, en una tarde de cine sin pretensiones con los colegas. Ahora uno ya no está para estos trotes y se le va la mente pensando que no había mezcla de razas en las unidades norteamericanas en la segunda guerra mundial y que la unidad paracaidista de hombres de raza negra nunca llegó a intervenir y otros muchos detalles inverosímiles de una cinta inverosímil. Cosas de la edad.

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