Tal vez el objetivo fuese realizar un drama familiar de carácter ecologista, pero lo que salió fue un objeto de burla y con razón, pues la película es demasiado ridícula, imposible tomársela en serio.

La historia es infantil e inverosímil a partes iguales. El niño entre que la interpretación es lamentable y que el personaje resulta insoportable y cursi, pues parece tonto del culo sin pretenderlo. La orca por su parte es como un perro marino de 3 toneladas que hace lo que le ordenan, qué puedo decir. Claro que los humanos deberían dejar tranquilos a los animales salvajes, pero eso se puede contar con más ingenio e interés, o directamente irse al documental, sin necesidad de realizar insulsa propaganda moralista.

A lo mejor soy yo, que prefiero ver una película sobre una orca asesina muy por encima de otra sobre una orca amigable dando saltos imposibles en la orilla del mar para la foto, pero seguro que no soy el único que pensó que hubiera sido genial que la orca se cargase al crío, sobre todo después de soportar tantas estupideces argumentales.

Lo único que se puede salvar de las aguas es la banda sonora de Poledouris.

De alguna forma esto tuvo varias secuelas y hasta una serie de animación, de las que no quiero saber nada. Desde luego el mundo del cine a veces es un misterio más grande que las profundidades del océano.