Sólo la magia del cine puede hacer que una mujer bellísima y exhuberante como Christina Hendricks con 39 años tenga por pareja a un gordo sin un dólar y que trabaja vendiendo piezas cárnicas. Sólo la magia del cine puede hacer que ese gordo pase de ella, y que ella le ponga los cuernos con un viejo de 67 años (¡y sin inhibidor de arcadas!). Uno, como espectador, intenta hacer un esfuerzo por meterse en la película, por entender a los personajes, incluso dejando pasar pequeños fallos y sutilezas. Pero esto... Esto clama al cielo. Que esta señora puede tener a cualquiera. Que sólo tiene que fijar la mirada en un hombre para desarmarlo. Yo me fugaría con ella mañana mismo.

Respecto a la película, no sé si pretende ser un drama social, una oda al hastío, una simple película de infortunios, o qué. A mí me chirría que en un supuesto pueblo pequeño haya tanta acción, tanto mafioso, e incluso un periódico local del que pueden vivir sus editores y columnistas. En fin, así es el cine independiente USA y el festival de Sundance, para personas con unas tragaderas del tamaño de las cataratas del Niágara.

Fue una de las últimas películas de Philip Seymour Hoffman, antes de que se suicidara a base de drogas duras.