Una búsqueda del contraste, que péndulando entre personas, lugares y manifestaciones artísticas, se queda en eso, una búsqueda. Quizás toda la película pudiera justificarse en esa perpetua comparación entre la música sacra y el pop, el turismo tradicional y la pintura vanguardista, la visión cosmopolita y el hacinamiento rural... Quizás cuente más el viaje que la meta. Aún asi, la trama se hace bola. Esperas durante casi una hora de película a que suceda algo más allá del despliegue Ye-ye que nos regala Geraldine Chaplin. Cuesta encontrar un argumento bajo el que cobijarse. Si el final es tan simbólico como el resto del film, me temo que no he llegado a comprenderlo.