Que lo hace un maestro de la irreverencia en modo Buda y cuando ya sabemos que la democracia a veces es una piraña hambrienta que nos encadena y nos averguenza hasta los huesos. No lo busques más.

El Dictador se mantiene con este tripiante humor negro y desfibrador lo bastante adaptado, en ciertas instancias al momento de conocer a Anna Faris con una roceante figura de sonrisa coqueta para reenmendarle el real sentido de comprender como una democracia husmeadora nos hipnotiza, emboba y utiliza. Seguido de la extracción de un cadáver, una cámara lenta embalada y ciertas alusiones sobre una cultura islámica tan bien achicharrada y elaborada. Es la lección sádica de relevarte con el sistema en base a tu autoritarismo del cual sales vivo. Pero aún, con corona de polígamo.
Para pasarla el rato, hasta con tus amigos traviesos.