La filmografía de los Hermanos Marx es, a mi entender, curiosa: se basa en la repetición obsesiva de una fórmula muy definida en la que sólamente en momentos muy contados se alcanzo la genialidad absoluta. Una noche en Casablanca no es Sopa de ganso, y el humor terrorista que tanto nos gusta solamente se desata en momentos muy contados, siendo el conjunto rutinario y pobre. Si a eso le sumamos que los números musicales de Chico y Harpo ya resultaban un poco demodé, y que Groucho no podía echarse la película a sus espaldas, esta cuasi-despedida de los Hermanos como grupo resulta un poco triste.