En efecto, el guión, la dirección y las actuaciones de Amores perros, se unen para transportarnos al collage de vivencias de un México desencantado. Iñarritu se luce en su opera prima, al entregar las diversas manifestaciones de amor, canalizadas y liberadas con exactitud.

Gael García, insospechable su alcance histriónico (por sus escasos antecedentes); Adriana Barraza reafirmando su carrera; Vanesa Bauche un paso al reconocimiento; Jorge Salinas efímero; Rosa María Bianchi explorando nuevos territorios; Álvaro Guerrero de regreso a la pantalla grande; Rodrigo Murray en línea; Alejandro González Iñarritu del desencanto a la fama y el éxito.

La manera de unir tres historias distantes, por un hecho extraordinario pero a la vista de todos cotidiano en una ciudad tan loca como esta, es sorprendente; en un abrir y cerrar de ojos la vida cambia y la coincidencia es desfavorable para muchos. El efecto hiperrealista de Amores Perros causa una cinta taquillera situación extraña, (ya que la mayoría de los citadinos está fastidiado de ver lo que podemos encontrar en la esquina de cualquier calle), supongo que es su forma de abordar las temáticas lo que la aparto de la indiferencia.

En fin, muy adhoc de inicios del nuevo siglo, tan distante de “El callejón de los milagro” (México, 1994).