El fragmento bíblico acerca de los hermanos Caín y Abel ha sido adaptado fabulosamente por la televisión coreana para recrearlo en tiempos de actualidad, con el poderío suficiente para engancharnos durante 20 episodios que retoman la pugna entre hermanos dada la expansión del emporio hospitalario que el padre de ambos ha venido construyendo, pero en el que sólo uno será el beneficiario al poseer los derechos que de infancia le corresponden casi inherentemente.

Así Cho-in-Lee (Abel), se verá sujeto a una serie de infortunios propiciados primeramente por su madrastra y casi concluidos por Seon-Woo-Lee, a quien la envidia y avaricia le ciegan y va en persecución feroz que lo libre de perder a la mujer que ama o bien llevar a cabo la expansión del hospital con una división de neurocirugía a la que su padre también se oponía.

La puesta trae a colación y de forma discreta aspectos no sólo melodramáticos, sino políticos de la península, con respecto a la inmigración de los del norte hacia el sur por China, con los llamados desertores. Escenas de acción muy bien logradas con persecuciones y enfrentamientos.

El trabajo interpretativo de ambos hermanos no tiene discusión, cumplen magníficamente. Con ellos vienen otros antagónicos perfectamente justificados en espacio y tiempo.

Un dorama muy afortunado que en pocas ocasiones decae, con pequeños detalles le dan a la trama coherencia. Si te lo topas en plataforma digital, merece la pena brindarle un tiempo.