Aunque tuvo un momento en el que resultaba “excesivamente excesivo”, siempre me he considerado bastante fan del malogrado Tony Scott, ya sea porque se decantaba por locuras noventeras como ‘El último Boy Scout’ o porque sabía tocar todos los palos de la baraja sin mear fuera del tiesto (véase la notable ‘Deja Vu’).

Aquí, viajamos de nuevo a los noventa para conocer a Gil, un perdedor separado al que están a punto de echar en el trabajo, que vive por y para el beisbol (único vínculo que mantiene con su hijo). Por contra, tenemos al mejor jugador de la liga, que acaba de fichar por el equipo de su ciudad y que saborea las mieles del éxito, pero algo se tuerce a partir del primer partido que le hace entrar en una crisis existencial. Ahí está Gil, dispuesto a echarle una mano no solicitada.

El primer detalle que me gusta del film es que casa perfectamente el estilo videoclipero de Scott con la historia que nos cuentan. El beisbol es una mera excusa (no hace falta ser un entendido para disfrutarla), podrían ambientarla en el mundo del fútbol y habría sido un pelotazo en Europa. Luego está la elección del reparto, con un De Niro que siempre acojona cuando debe acojonar y hace de su Gil un tipo indeseable desde el minuto uno y con un Snipes bastante cómodo.

A eso hay que sumar un reparto con caras conocidas que cumplen (John Leguizamo, Benicio del Toro y Ellen Barkin) tenemos una película notable, que va in crescendo en interés, con un ritmo frenético y un final rebuscado pero efectivo.

Más en: https://alquimistacinefilo.wordpress.com/