Podría hacer una crítica destructiva con ‘El Poder del Dinero’. Podría decir que es una película de manual, de libro, que no explora los entresijos del poder ejecutivo en absoluto, que se limita a contarnos por enésima vez la historia del chico guapo en busca de fortuna que al final se liga al pibón.

Hay una parte de mi que la quiere tirar a la hoguera. Podría saltar a la nuez de Gary Oldman, que en los 90 habría hecho un papel memorable con este tipo de personajes ni de Harrison Ford en su enésimo intento de redescubrirse. No, no lo voy a hacer.

‘El Poder del dinero’ tiene la increíble cualidad de no resultar aburrida en sus cien minutos de metraje a pesar de ser más sencilla que el mecanismo de un botijo. Nos cuenta algo, que hemos visto más de un millón de veces, pero tiene algo de honestidad en su propuesta. Al fin y al cabo, la realización no es mala (Luketic sigue siendo un hacedor bastante fiable de productos) y sus actuaciones, aunque mundanas, no son malas. En el fondo pienso que es un producto pasable, más comestible en la televisión que en salas comerciales y que pasará sin pena ni gloria por la cartelera del mundo y filmografías de los protagonistas.

Todo pasable. Nada remarcable.

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