Es increíble la capacidad que tiene Hollywood para saciar y explotar hasta el infinito cualquier atisbo de originalidad que nazca en una película de éxito. Tras ‘Divergente’ (que no la he visto), ‘El Corredor del laberinto’ es la nueva oportunidad de abrir una franquicia al estilo ‘Los Juegos del Hambre’ cuando esta llegue a su fin (los productores lo ven demasiado próximo).

Así, nos trasladamos a la realidad/futuro distópico, en la que se nos presentan las reglas en las que se asientan, al protagonista y cómo piensa este saltárselas a pesar de que el actor protagonista, Dylan O’Brien, no tiene un ápice de carisma. Pero este no es su peor defecto.

Lamentablemente la película se hace demasiado monótona. Por mucho que su mundo nos quiera sorprender con nuevos retos, nos sabemos todas porque lo hemos visto demasiadas veces, nos conocemos las salidas y escapes porque no estás contando nada nuevo. Cae en el aburrimiento. Porque si algo es ‘El Corredor del Laberinto’ es soporífera. Muy soporífera.

No sé si es cosa de la novela de James Dashner en la que se basa, que no he leído, o cosa de su director Wes Ball, casi novel, que se toma demasiado tiempo en explicar las cosas y recalcarlas: al décimo “No debes entrar ahí” a mí me ha quedado suficientemente claro, al protagonista está claro que se la suda y acabará entrando.

Buenas ideas, prometedora. Pero muy floja.

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