Rara de solemnidad. Podría competir de forma fácil y segura con "El almuerzo desnudo" (1991) y sus escarabajos-máquinas de escribir. Es muy buena y entretenida y se respira en ella una ingenuidad y dulzura magnífica que te alegra y compensa lo falsa, absurda y repulsiva que suele ser la vida por culpa de la gente mundana. El trabajo de Audrey Tautou es brillante y aunque puede (porque es) resultar chocante y pedantemente estúpida, realiza una labor muy buena como ese angelito venido de "no sé donde" que vivió una infancia de soledad por culpa de un padre paranoico aunque de gran corazón. Es una comedia amable, tremendamente amable y bienintencionada que te alegra cualquier mal día y la única película francesa criticada por mí desde que me dio por escribir críticas de cine. Repetiré, sin duda, aunque dudo mucho encontrar pequeñas obras de arte como este film de Jeunet que estuvo nominado en la ceremonia de los Óscar de 2002 como mejor película de habla no inglesa.

Hay escenas muy buenas, muy bien conseguidas y de una fotografía luminosa y romántica, pero destacaría los dulces y ocurrentes besos de Amelie y su amor misterioso. Ese tipo raro, "builleado" en el colegio, que colecciona cosas y que encuentra en otra rara, cómo él, su complemento. Al fin y al cabo son dos raros de buen corazón. Las escenas ocurridas en el café donde trabaja el personaje interpretado por Tautou son algo aburridas y, por supuesto, el film tiene cosas malas como ser infantil en exceso y descriptivos en cosas que no tienen porqué serlo. Es, sin duda alguna, un film DIFERENTE. Que te aconsejo que veas para compensar una vida desgraciada o donde tengas que tragar mucha mierda. Puedes incluso llegar a creerte que la gente es estupenda, aunque el efecto desaparece una vez sales a la calle y te das cuenta de que lo que te contaba Jeunet en el film era pura ficción, ficción bonita pero ficción, al final de todo. Por último, el personaje de Tautou es formidable y puede considerarse la mejor película, o como poco la más sorpresiva, de su año.