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Hile_Roland rating:
10
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- es
March 31, 2013
1 of 1 users found this review helpful
12 Hombres es de esas películas que te hacen reencontarte con el séptimo arte, incluso después de varias raciones de insipidez contemporánea.
La película no tiene mayores trucos: se abren las puertas y sois 13 en la sala, contándote a ti que en silencio tomarás partido quieras o no en el debate.
El ritmo no decae en ningún momento, los minutos vuelan mientras compartes la claustrofobia del escenario y la ansiedad creciente de los protagonistas. El dilema es excelente: la razón dicta una sentencia, las pruebas (cuando el personaje de Fonda obliga a los demás a estrujarse los sesos de verdad), dictan otra. ¿Cuál es el deber del ciudadano? ¿Encerrar a un culpable para prevenir nuevos crímenes? ¿O no es tan sencillo y se trata solo de juzgar unas evidencias?
La presión del grupo influye en la primera votación, donde algunas manos se levantan titubeantes. Es genial la evolución de los diferentes personajes. Por sus expresiones faciales, por sus gestos, por lo que callan más que dicen... Ves desde el primer minuto como cada uno desarrolla su lucha interna, influido por las opiniones de los demás, y las anclas a las que se agarra cada cual.
Lo curioso es que también esta misma presión influirá una vez se cambien las tornas. ¿Quién tenía razón? La polémica siempre estará servida. Las pruebas no son suficientes para condenar a alguien (con los actuales conocimientos de la psicología del testimonio y la fiabilidad de la memoria en las situaciones planteadas, es más fácil llegar a esa conclusión), aunque todos tiendan a verlo más culpable que inocente en su fuero interno.
La película no tiene mayores trucos: se abren las puertas y sois 13 en la sala, contándote a ti que en silencio tomarás partido quieras o no en el debate.
El ritmo no decae en ningún momento, los minutos vuelan mientras compartes la claustrofobia del escenario y la ansiedad creciente de los protagonistas. El dilema es excelente: la razón dicta una sentencia, las pruebas (cuando el personaje de Fonda obliga a los demás a estrujarse los sesos de verdad), dictan otra. ¿Cuál es el deber del ciudadano? ¿Encerrar a un culpable para prevenir nuevos crímenes? ¿O no es tan sencillo y se trata solo de juzgar unas evidencias?
La presión del grupo influye en la primera votación, donde algunas manos se levantan titubeantes. Es genial la evolución de los diferentes personajes. Por sus expresiones faciales, por sus gestos, por lo que callan más que dicen... Ves desde el primer minuto como cada uno desarrolla su lucha interna, influido por las opiniones de los demás, y las anclas a las que se agarra cada cual.
Lo curioso es que también esta misma presión influirá una vez se cambien las tornas. ¿Quién tenía razón? La polémica siempre estará servida. Las pruebas no son suficientes para condenar a alguien (con los actuales conocimientos de la psicología del testimonio y la fiabilidad de la memoria en las situaciones planteadas, es más fácil llegar a esa conclusión), aunque todos tiendan a verlo más culpable que inocente en su fuero interno.
SPOILER ALERT: The rest of this review may contain important storyline details.
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Spoiler:
Pero para llegar a este punto hace falta volcarse hacia dentro y librarse de convencionalismos. Hay escenas simplemente geniales: cuando Fonda saca la copia de la navaja, cuando todos dejan de lado al personaje que se guía únicamente por su odio visceral clasista, los primeros planos de los personajes cuando pelean entre sí en la vieja lucha de egos...
Y todo esto señores a finales de los 60, cuando los jurados populares condenaban a un negro convencidos de su culpabilidad sin pararse a pensar realmente qué pruebas tenían delante, y además salían convencidos de que habían cumplido con su deber (Lumet fue lo suficiente hábil como para desviar el eje a los prejuicios contra las clases bajas -que existían y siguen existiendo-, pero no es muy difícil adivinar otro tipo de conflictos como los raciales que la película simbólicamente refleja en la disputa del jurado).
Es una mirada crítica brutal, sin mojarse excesivamente pues siempre cabe pie a que cada uno haga sus propias interpretaciones en todo lo que está viendo.
Una película brillante, cine en estado puro, actuaciones memorables, un guión mimado al extremo, sin apenas fallas, y un final que no es grandioso por su sorpresa, sino por el brillante trayecto con el que se llega hasta la esperada conclusión.
Una película para ver en repetidas ocasiones, ya que en cada nueva visualización se descubre un nuevo pequeño detalle genial: una postura corporal que ya indicaba algo que pasemos por alto, unas interacciones reveladoras entre los dos personajes ocultos en el plano...
Cine del que ya no queda
Y todo esto señores a finales de los 60, cuando los jurados populares condenaban a un negro convencidos de su culpabilidad sin pararse a pensar realmente qué pruebas tenían delante, y además salían convencidos de que habían cumplido con su deber (Lumet fue lo suficiente hábil como para desviar el eje a los prejuicios contra las clases bajas -que existían y siguen existiendo-, pero no es muy difícil adivinar otro tipo de conflictos como los raciales que la película simbólicamente refleja en la disputa del jurado).
Es una mirada crítica brutal, sin mojarse excesivamente pues siempre cabe pie a que cada uno haga sus propias interpretaciones en todo lo que está viendo.
Una película brillante, cine en estado puro, actuaciones memorables, un guión mimado al extremo, sin apenas fallas, y un final que no es grandioso por su sorpresa, sino por el brillante trayecto con el que se llega hasta la esperada conclusión.
Una película para ver en repetidas ocasiones, ya que en cada nueva visualización se descubre un nuevo pequeño detalle genial: una postura corporal que ya indicaba algo que pasemos por alto, unas interacciones reveladoras entre los dos personajes ocultos en el plano...
Cine del que ya no queda