Fiel a su cita anual, Woody Allen nos ofrece una nueva película desde su particular exilio europeo. En esta ocasión le ha tocado el turno a París. El protagonista es Gil (Owen Wilson) un guionista que visita París junto a su futura esposa y suegros. Será justamente en París donde afloren las dudas profesionales (está escribiendo un libro del que no se acaba de sentir satisfecho) y personales (su inminente boda con Inez, interpretada por Rachel McAdams, le hará aflorar también dudas sobre su relación). En esta situación, vivirá una especie de capítulo de "La dimensión desconocida", en el que cada noche se verá transportado al París de los años 20 y conocerá importantes figuras de la música (Cole Porter), el arte (Dalí, Picasso), el cine (Buñuel) y la literatura (Scott Fitzgeral, Hemingway). Algunos de ellos interpretados por caras conocidas como las de Adrien Brody o Kathy Bates, aunque las presencias más destacadas, al margen de Wilson corresponden a personajes más "banales" como Marion Cotillard, Michael Sheen o Carla Bruni, que tienen una cierta incidencia en la trama.
Owen Wilson cumple de una forma eficiente con el tipo de personajes habitual en el cine de Allen, que antes interpretaba él mismo. En este sentido Wilson compone un personaje lleno de inseguridades, que ante el agobio existencial que siente parece buscar una huida, pero no hacia delante, sino más bien hacia atrás, aterrizando en una época mejor que la actual. Al menos desde su punto de vista. El tema del punto de vista es muy importante, ya que en el fondo, Allen identifica el punto de vista de todo lo que sucede el film con el del protagonista. Así, el espectador siempre ve las cosas deformadas y tamizadas por la visión de Gil, tanto si está en el presente como si está en el pasado. Al mismo tiempo consigue transmitir cierta fascinación por una situación irreal: conversar con algún personaje histórico.
Tras la historia que nos cuenta Allen con cierto aire fantástico, subyace una reflexión sobre si cualquier tiempo pasado fue mejor. La verdad es que la idea que lanza al aire, sobre la mediocridad general actual, es de lo mejor del film. También destacaría la excelente fotografía, tanto cuando se encuentra en el presente, como cuando nos muestra el pasado. Y como no, un gran acierto su banda sonora.
Se le pueden encontrar varios peros al film como un Wilson quizás un tanto inconsistente y excesivamente gesticulante, una selección de "all stars" de los años 20 un tanto sesgada, no se ve mucho Paris el cual sólo aparece en los instantes iniciales, y muy ocasionalmente a partir a de ahí, un ritmo un tanto lento, un film en general facilón, y mucho menos amargo de lo habitual con cierta retirada a "La rosa púrpura del Cairo", etc. No se trata de un film redondo. Pero es innegable que desde que abandonara las calles de Manhattan, se trata de uno de los mejores films de los que ha firmado fuera de su país.