Me quedo más con el montaje que con los números musicales.

Bob Fosse arma el espectáculo, lo creativo, el arte.

Los bailes, por su simplicidad, resultan atractivos.

La música, salvo el último número, no descuella. Pero tampoco es menor.

El alma de la cinta es la emoción. Emoción en los personajes, en el ritmo del baile, en el trasfondo.

Scheider y Lange desprenden magnetismo. Su potencia presencial alimenta lo que no es escenario musical.

Fosse recrea el personaje del director que se aprovecha de su puesto para alcanzar los favores femeninos. Y busca su redención.

Hay algo de "Cabaret", de "Fama", de "Whiplash". Pero no es nada de ello. Y lo que es, lo eleva a algo consistente y hermoso.

Aunque se apuntan temáticas variadas, todo queda en la superficie. Salvo la idea de la muerte.

Hay algo realmente oscuro en todo el proceso artístico. Y fuera de él.

Los mecenas de los espectáculos, gente hueca. Los sanitarios, tenles miedo. Y los demás, con sus temores e inseguridades. La muerte está en otro plano.

Amar, compadecer, triunfar, superar, afrontar. Gotas de emoción bailando en la escena.

Bob Fosse insufla luz a todo el que apunta: La hija, el speaker, las amantes, el cantante.


No la siento una obra maestra, la percibí como un trabajo personal, un epílogo a una vida, un intento de fusionar vida y espectáculo. Una obra sensorial, un 7,2.