Después de su aclamado film Confessions, Nakashima vuelve de nuevo a Sitges con una apuesta similar aunque no menos arriesgada y original, centrada en el lado más oscuro e insospechado de personas aparentemente normales. En esta ocasión el protagonista, un perfecto antihéroe, busca a su hija desaparecida por las calles del Tokio más sórdido mientras va descubriendo los verdaderos y siniestros motivos de su desaparición. Con un contraste constante de inocencia y depravación, logrado a través de la ambivalencia de los personajes y la combinación de músicas angelicales con escenas de violencia gratuita, el director logra transmitir la máxima sensación de perversidad. Nakashima adopta una estética típica del manga japonés para adultos, reafirmando su intención caricaturesca y esteticista, y alcanzando un absurdo muy inteligente. No obstante, a pesar de que el ritmo de la película es casi siempre trepidante, con una extraña coherencia narrativa dentro del caos atemporal, el desenlace pierde la atención del espectador.