Las cartas sobre la mesa. La saga Ice age, aunque entrañable, nunca ha sido un producto que se pueda calificar como "excelente". Divertida, agradable, incluso memorable para aquellos que hemos logrado encariñarnos con estos personajes a lo largo de sus aventuras, pero no maravillas. Sin embargo, he de decir que tras la segunda entrega, mis expectativas ante esta tercera parte eran bastante pocas, incluso nulas. Y es que aquella no era mala, pero se introdujeron unos nuevos personajes que no acababan de convencerme y que, me imaginaba, seguramente descenderian hasta lo irritante en esta secuela.

Pero me he llevado una sorpresa muy, muy grata. Dejando de lado el hecho de que el argumento no tenga ni chispa de ingenio, porque con semejante premisa es imposible que lo tenga... ya casi se me olvidaba el placer de entrar en una sala del cine y pasar una hora y media entre carcajada y carcajada. Y es que eso es este filme: un torrente de chistes, gags, situaciones y dialogos divertidos, y un reparto de personajes cada vez mejor. Los protagonistas mantienen su carisma e incluso lo mejoran, los secundarios que me hicieron desconfiar en la segunda entrega tienen mucho mas potencial del que imaginaba, y Scratt sigue en su linea de siempre (genial). Pero desde luego, lo mejor que hace esta tercera parte es introducir un personaje nuevo que es el mejor, no solo de este filme, sino de toda la saga Ice Age: Buck. Todas las situaciones que Buck protagoniza (y por suerte, y felicito a los guionistas por el acierto, son bastantes) son, como reza el titulo de mi reseña, una gozada.

No se merece una nota tan alta, sin lugar a dudas tiene bastantes defectos, pero me ha hecho revivir algo que ya echaba de menos en una película, especialmente en las de este estilo: el deseo de no querer que se acabe.

Gracias, Ice Age, me lo he pasado bomba.