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Chris Jiménez rating:
10
7.7
79,427
Film noir. Mystery
Take strong performances, an involved story and period atmosphere, then throw in sex, violence, corruption and politics to make one hell of a crime drama. It’s the early ‘50s. Hopefuls flock to Los Angeles, the city selling an image. But there’s a seedy side to every story. L.A. Confidential follows three cops: strong-arm Bud White (Russell Crowe) has a weakness for helping the innocent; by-the-book Ed Exely (Guy Pearce) covets ... [+]
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- es
March 2, 2017
2 of 2 users found this review helpful
Los Ángeles, una preciosa ciudad bañada por la intensidad de los fumígenos con la misma fuerza que la de los luminosos carteles de las producciones hollywoodienses y la de las estrellas que las protagonizan.
Pero cuidado. Bajo sus estimulantes colores y sonidos y más allá de sus lujos, elegancia, glamour y placer, se esconden los enigmas de un oscuro y peligroso submundo del cual a nadie le gustaría formar parte...
Llegados los '90 poco se podía esperar que un cine tan caduco y tristemente olvidado como el "noir" fuese capaz de volver con la misma fuerza que antaño poseía a las pantallas; sólo los hermanos Coen le hicieron justicia cuando estrenaron, nada más comenzar la década, "Muerte Entre las Flores", convertida en una de las más vigorosas muestras del género. A partir de ahí, y excluyendo las épicas aventuras de gángsters de Scorsese, pocos eran los títulos que conseguían recuperar la verdadera esencia del cine negro (no así en la distancia quedan trabajos tan decentes como "Mulholland Falls" o "El Demonio Vestido de Azul")...
Pero entonces se darían varios hechos milagrosos cuyo destino era coincidir en la obra maestra que sacaría aquel género del ostracismo. Por un lado la Warner adquirió los derechos de la fascinante y demoledora novela del maestro James Ellroy "L.A. Confidential" tras su exitosa publicación; cuando ésto llegó a oídos de Brian Helgeland no pudo resistir la tentanción de confeccionar un borrador a partir de la obra. El encargado para ocuparse de la adaptación fue Curtis Hanson, competente realizador conocido por "thrillers" como "Falso Testigo", "La Mano que Mece la Cuna" o "Río Salvaje", y en el cual halló Helgeland a otro entusiasta del universo criminal de Ellroy.
El objetivo de ambos, en lo que fue un largo, arduo y duro proceso creativo, fue extraer las mejores tramas de la novela, aquellas concernientes a los cuatro protagonistas, enfoque que contó con la aprobación del autor; años de preparación y esfuerzo terminaron con los ejecutivos de Warner dando luz verde al proyecto. "¡Vengan a Los Ángeles!, aquí brilla el Sol...". Con esas palabras se inicia "L.A. Confidential", las cuales desembocan en un discurso que es toda una declaración de intenciones, pues, a pesar de lo que muchos puedan creer, no vamos a presenciar un tributo nostálgico, ingenuo y frívolo del cine negro, sino su demolición en toda regla aun sin perder la condición de cariñoso homenaje al mismo.
Esa es la máxima de Ellroy y así de Hanson y Helgeland, de ahí que en los primeros minutos del film se desnude a la ciudad, y con afilado ahínco, de su parafernalia más irreal y de su glamurosa, seductora y acogedora imagen, revelando al instante los sombríos pliegues de un submundo tras ella dominado por la corrupción, la droga, la ambición, el vicio y, sobre todo, la fuerza de la violencia, que inevitablemente salpica y amarga la vida pública de todos y cada uno de los ciudadanos, desde los más humildes a los más privilegiados. El estar situada la historia en 1.950 sirve a su vez a Helgeland de retorcido ejercicio metacinematográfico (pues el propio cine negro comenzaría su debacle a partir de dicha década).
El lugar donde comienzan, se desarrollan y se resuelven los hechos es la central de policía de la ciudad de la cual emergerán los tres protagonistas: Wendell White, el policía rudo e irascible; Edmund Exley, el calculador y honrado, y Jack Vincennes, el elegante y llamativo, cuyas complejas tramas construidas a su alrededor confluirán gracias a los irónicos juegos del destino. Tres agentes de personalidades y métodos que chocan a la hora de defender los principios que la placa de policía representa (se confundirán constantemente "ley" y "justicia").
Tres hombres obsesionados con alcanzar distintos objetivos, dos de ellos (White y Exley) perseguidos por un pasado que les condiciona y que sirve de resorte para sus pulsiones más sombrías. El homicidio masivo brutal en una cafetería de la zona inicia una investigación cuyas ramificaciones se extenderán hasta lugares que ninguno de los implicados sospecha y de pronto descubrimos que no es el glamour lo que adorna a la ciudad, sino su violencia y demás anomalías, pues de ellas se alimenta desde sus podridas entrañas, convenientemente sepultadas bajo la hipocresía y las apariencias del mismo modo que los cádaveres que yacen ocultos en los rincones de los sótanos.
Nada, desde el primer momento, es lo que parece: los policías, aunque endiosados por la televisión, son animales que aceptan sobornos, se alcoholizan y agreden y torturan sin miramientos a cualquier sospechoso con el único fin de saciar su violencia (a la que poco a poco se han amoldado), los hombres de negocios son mafiosos que empañan las calles de sangre y cadáveres, los reporteros son alimañas indeseables que buscan el sensacionalismo y el escándalo en lugar de la verdad y las divas más conocidas de Hollywood son prostitutas forzadas a convertirse en un pobre reflejo de éstas.
Entre medias, empresas que simbolizan auténticos imperios del Mal (el misterioso Fleur-de-Lis), maestros de ceremonias que mueven los hilos desde arriba (Dudley Smith) y quiméricos sobrenombres que revelan las terribles verdades del ser humano bajo las apariencias (ese enigmático "Rollo Tomassi").
(CONTINÚA LA CRÍTICA EN ZONA SPOILER)
Un renacimiento a través de su desmitificación; para volver a tocar el Cielo el género ha tenido que viajar a sus infiernos, pero el viaje ha merecido la pena.
Huelga decir que todos los Oscar que fueron a parar al "Titanic" de James Cameron descansan en esencia en la obra magna de Curtis Hanson. Pero como sentencia Lynn: "algunos alcanzan la gloria, otros se quedan con ex-prostitutas y un viaje a Arizona".
Pero cuidado. Bajo sus estimulantes colores y sonidos y más allá de sus lujos, elegancia, glamour y placer, se esconden los enigmas de un oscuro y peligroso submundo del cual a nadie le gustaría formar parte...
Llegados los '90 poco se podía esperar que un cine tan caduco y tristemente olvidado como el "noir" fuese capaz de volver con la misma fuerza que antaño poseía a las pantallas; sólo los hermanos Coen le hicieron justicia cuando estrenaron, nada más comenzar la década, "Muerte Entre las Flores", convertida en una de las más vigorosas muestras del género. A partir de ahí, y excluyendo las épicas aventuras de gángsters de Scorsese, pocos eran los títulos que conseguían recuperar la verdadera esencia del cine negro (no así en la distancia quedan trabajos tan decentes como "Mulholland Falls" o "El Demonio Vestido de Azul")...
Pero entonces se darían varios hechos milagrosos cuyo destino era coincidir en la obra maestra que sacaría aquel género del ostracismo. Por un lado la Warner adquirió los derechos de la fascinante y demoledora novela del maestro James Ellroy "L.A. Confidential" tras su exitosa publicación; cuando ésto llegó a oídos de Brian Helgeland no pudo resistir la tentanción de confeccionar un borrador a partir de la obra. El encargado para ocuparse de la adaptación fue Curtis Hanson, competente realizador conocido por "thrillers" como "Falso Testigo", "La Mano que Mece la Cuna" o "Río Salvaje", y en el cual halló Helgeland a otro entusiasta del universo criminal de Ellroy.
El objetivo de ambos, en lo que fue un largo, arduo y duro proceso creativo, fue extraer las mejores tramas de la novela, aquellas concernientes a los cuatro protagonistas, enfoque que contó con la aprobación del autor; años de preparación y esfuerzo terminaron con los ejecutivos de Warner dando luz verde al proyecto. "¡Vengan a Los Ángeles!, aquí brilla el Sol...". Con esas palabras se inicia "L.A. Confidential", las cuales desembocan en un discurso que es toda una declaración de intenciones, pues, a pesar de lo que muchos puedan creer, no vamos a presenciar un tributo nostálgico, ingenuo y frívolo del cine negro, sino su demolición en toda regla aun sin perder la condición de cariñoso homenaje al mismo.
Esa es la máxima de Ellroy y así de Hanson y Helgeland, de ahí que en los primeros minutos del film se desnude a la ciudad, y con afilado ahínco, de su parafernalia más irreal y de su glamurosa, seductora y acogedora imagen, revelando al instante los sombríos pliegues de un submundo tras ella dominado por la corrupción, la droga, la ambición, el vicio y, sobre todo, la fuerza de la violencia, que inevitablemente salpica y amarga la vida pública de todos y cada uno de los ciudadanos, desde los más humildes a los más privilegiados. El estar situada la historia en 1.950 sirve a su vez a Helgeland de retorcido ejercicio metacinematográfico (pues el propio cine negro comenzaría su debacle a partir de dicha década).
El lugar donde comienzan, se desarrollan y se resuelven los hechos es la central de policía de la ciudad de la cual emergerán los tres protagonistas: Wendell White, el policía rudo e irascible; Edmund Exley, el calculador y honrado, y Jack Vincennes, el elegante y llamativo, cuyas complejas tramas construidas a su alrededor confluirán gracias a los irónicos juegos del destino. Tres agentes de personalidades y métodos que chocan a la hora de defender los principios que la placa de policía representa (se confundirán constantemente "ley" y "justicia").
Tres hombres obsesionados con alcanzar distintos objetivos, dos de ellos (White y Exley) perseguidos por un pasado que les condiciona y que sirve de resorte para sus pulsiones más sombrías. El homicidio masivo brutal en una cafetería de la zona inicia una investigación cuyas ramificaciones se extenderán hasta lugares que ninguno de los implicados sospecha y de pronto descubrimos que no es el glamour lo que adorna a la ciudad, sino su violencia y demás anomalías, pues de ellas se alimenta desde sus podridas entrañas, convenientemente sepultadas bajo la hipocresía y las apariencias del mismo modo que los cádaveres que yacen ocultos en los rincones de los sótanos.
Nada, desde el primer momento, es lo que parece: los policías, aunque endiosados por la televisión, son animales que aceptan sobornos, se alcoholizan y agreden y torturan sin miramientos a cualquier sospechoso con el único fin de saciar su violencia (a la que poco a poco se han amoldado), los hombres de negocios son mafiosos que empañan las calles de sangre y cadáveres, los reporteros son alimañas indeseables que buscan el sensacionalismo y el escándalo en lugar de la verdad y las divas más conocidas de Hollywood son prostitutas forzadas a convertirse en un pobre reflejo de éstas.
Entre medias, empresas que simbolizan auténticos imperios del Mal (el misterioso Fleur-de-Lis), maestros de ceremonias que mueven los hilos desde arriba (Dudley Smith) y quiméricos sobrenombres que revelan las terribles verdades del ser humano bajo las apariencias (ese enigmático "Rollo Tomassi").
(CONTINÚA LA CRÍTICA EN ZONA SPOILER)
Un renacimiento a través de su desmitificación; para volver a tocar el Cielo el género ha tenido que viajar a sus infiernos, pero el viaje ha merecido la pena.
Huelga decir que todos los Oscar que fueron a parar al "Titanic" de James Cameron descansan en esencia en la obra magna de Curtis Hanson. Pero como sentencia Lynn: "algunos alcanzan la gloria, otros se quedan con ex-prostitutas y un viaje a Arizona".
SPOILER ALERT: The rest of this review may contain important storyline details.
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Spoiler:
Es el espejo de la desmitificación, a todo y todos alcanza y nada ni nadie se libra de su mirada distorsionada y torcida (desde la arrebatadora "femme fatale" hasta el honrado cuerpo de policía). "L.A. Confidential", tal como pudiera hacer la "Chinatown" de Polanski, recoge el testigo del mejor y más clásico cine negro y de todas sus claves y se lo lleva a los inframundos de su propia mitología; no deja de rendirse un afectuoso homenaje al género, pero éste se agria, se degenera, muere, se revitaliza y renace transformado en otra cosa.
Los años dorados del "noir" son ahora un espejismo difuminado de marcos relucientes y concienzudamente preservados. La primera hora de metraje presenta los personajes principales y secundarios, el escenario y raspa en los hechos del caso del Nite Owl, en la siguiente se profundizará en dichos personajes y en las verdades ocultas bajo el caso, que llevará a cauces insospechados y que a veces podrá recordarnos al misterio de "Sunset" (las prostitutas disfrazadas como estrellas de cine), pero Helgeland no distribuye un entramado de pistas y códigos excesivamente complicado.
No obstante, su precisión a la hora de narrarlos y la paciencia del director a la hora de desvelarlos carga la película de un misterio, de una tensión desasosegante que asegura absorber al espectador entre sus aristas al igual que a los personajes, quienes dejan al trasluz sus debilidades, inquietudes, sentimientos y deseos más profundos a cada encuentro, haciendo suponer que las separadas pesquisas podrían desembocar en una conspiración articulada en torno a las complejas maquinaciones y depravados secretos que surgen del seno de la policía y de su negro pasado.
Sospechas, signos e investigaciones en un Hollywood como el de "Sunset Boulevard" que desencadenarán un auténtico apocalipsis dentro del cuerpo donde la violencia, brutal pero hasta entonces contenida por Hanson, estallará en un último tramo de acción visceral y cruenta que remite más a los policíacos de Don Siegel y Joseph Lewis y al "western" que a las intrigas del "noir"; éste y otros momentos igual de emblemáticos serán los perfectos ejemplos de las implacables, despiadadas, salvajes y no menos románticas tonalidades que Hanson, apoyado en una magnífica fotografía (más áspera de lo que acostumbra el cine negro, de ahí que el film no sólo se sirva de su estética), desea conferir a la atmósfera.
Además de la labor de Dante Spinotti cabe destacar el pulso a la edición de Peter Honess y la sutilmente épica música de Jerry Goldsmith, quien logra una de sus mejores bandas sonoras, sin olvidar las habilidades de un Curtis Hanson que se desmarca de sus anteriores trabajos gracias al gran nervio y oficio demostrado tras la cámara y al contundente poder visual que imprime a cada secuencia del film, desde la más íntima a la más trepidante (como algunos erraron al pensar, no fue necesaria la presencia de otro cineasta más famoso y quizás más adecuado (Ridley Scott, DePalma, Scorsese, Fincher) para dirigir la película).
En el plantel, un trío masculino de ases formado por unos arrolladores Russell Crowe, Guy Pearce y Kevin Spacey encabezándolo, cada uno brindando las que quizás sean las mejores actuaciones de sus respectivas carreras (en el caso de los dos primeros no es difícil). Tras ellos, la delicada y embriagadora belleza de Kim Basinger, en efecto más guapa que la gran Veronica Lake, cuya Lynn Bracken subvierte los aspectos de la clásica "femme fatale"; James Cromwell perverso como el que más, el siempre simpático Danny DeVito y un David Strathairn de distinguidos ademanes redondean el reparto.
Ingredientes que ayudarían al tremendo éxito de la película, cuya recaudación total en taquilla terminaría triplicando las cifras de su presupuesto. Y público y críticos coincidieron: el cine negro regresó con toda su sordidez, brutalidad, sensualidad, elegancia y sobre todo pureza ascendiendo "L.A. Confidential" a las cumbres del género y la inmortalidad.
Los años dorados del "noir" son ahora un espejismo difuminado de marcos relucientes y concienzudamente preservados. La primera hora de metraje presenta los personajes principales y secundarios, el escenario y raspa en los hechos del caso del Nite Owl, en la siguiente se profundizará en dichos personajes y en las verdades ocultas bajo el caso, que llevará a cauces insospechados y que a veces podrá recordarnos al misterio de "Sunset" (las prostitutas disfrazadas como estrellas de cine), pero Helgeland no distribuye un entramado de pistas y códigos excesivamente complicado.
No obstante, su precisión a la hora de narrarlos y la paciencia del director a la hora de desvelarlos carga la película de un misterio, de una tensión desasosegante que asegura absorber al espectador entre sus aristas al igual que a los personajes, quienes dejan al trasluz sus debilidades, inquietudes, sentimientos y deseos más profundos a cada encuentro, haciendo suponer que las separadas pesquisas podrían desembocar en una conspiración articulada en torno a las complejas maquinaciones y depravados secretos que surgen del seno de la policía y de su negro pasado.
Sospechas, signos e investigaciones en un Hollywood como el de "Sunset Boulevard" que desencadenarán un auténtico apocalipsis dentro del cuerpo donde la violencia, brutal pero hasta entonces contenida por Hanson, estallará en un último tramo de acción visceral y cruenta que remite más a los policíacos de Don Siegel y Joseph Lewis y al "western" que a las intrigas del "noir"; éste y otros momentos igual de emblemáticos serán los perfectos ejemplos de las implacables, despiadadas, salvajes y no menos románticas tonalidades que Hanson, apoyado en una magnífica fotografía (más áspera de lo que acostumbra el cine negro, de ahí que el film no sólo se sirva de su estética), desea conferir a la atmósfera.
Además de la labor de Dante Spinotti cabe destacar el pulso a la edición de Peter Honess y la sutilmente épica música de Jerry Goldsmith, quien logra una de sus mejores bandas sonoras, sin olvidar las habilidades de un Curtis Hanson que se desmarca de sus anteriores trabajos gracias al gran nervio y oficio demostrado tras la cámara y al contundente poder visual que imprime a cada secuencia del film, desde la más íntima a la más trepidante (como algunos erraron al pensar, no fue necesaria la presencia de otro cineasta más famoso y quizás más adecuado (Ridley Scott, DePalma, Scorsese, Fincher) para dirigir la película).
En el plantel, un trío masculino de ases formado por unos arrolladores Russell Crowe, Guy Pearce y Kevin Spacey encabezándolo, cada uno brindando las que quizás sean las mejores actuaciones de sus respectivas carreras (en el caso de los dos primeros no es difícil). Tras ellos, la delicada y embriagadora belleza de Kim Basinger, en efecto más guapa que la gran Veronica Lake, cuya Lynn Bracken subvierte los aspectos de la clásica "femme fatale"; James Cromwell perverso como el que más, el siempre simpático Danny DeVito y un David Strathairn de distinguidos ademanes redondean el reparto.
Ingredientes que ayudarían al tremendo éxito de la película, cuya recaudación total en taquilla terminaría triplicando las cifras de su presupuesto. Y público y críticos coincidieron: el cine negro regresó con toda su sordidez, brutalidad, sensualidad, elegancia y sobre todo pureza ascendiendo "L.A. Confidential" a las cumbres del género y la inmortalidad.