Se dice que detrás de la historia se esconde en realidad los acontecimientos de la “caza de brujas” perpetrada por el siniestro Senador McCarthy (curioso que el protagonista real lleve el mismo apellido). Sea como fuere lo que es indudable es que este film es una de las referencias del cine de ciencia-ficción de los años 50. Un desconocido Don Siegel nos dibuja la vida de una pequeña comunidad que se ve alterada cuando algunos de los vecinos recurren al médico local asegurando no reconocer a sus seres más queridos, de pronto como si de un virus de tratara, hijos, esposas rechazan a sus familiares por extrañas circunstancias. Sus 80 minutos están extraordinariamente administrados, de tal manera que los acontecimientos van cambiando de manera precisa y casi sin darte cuenta. El relato se centra fundamentalmente en el médico y su pareja, que son los últimos en sucumbir a la inexplicable situación de la que no tardan mucho en advertir. Personas sustituidas por otras idénticas, con pensamientos lineales y sin aparentes sentimientos. El verdadero terror está precisamente en eso mismo, la pérdida de la identidad como ser humano, esa identidad que hace única a cada uno de nosotros. Con alegorías o sin ellas el ingenio de este estupendo film está en su capacidad para generar miedo sin recurrir al susto fácil o sofisticados efectos visuales, la normalidad es esencialmente su punto fuerte y lo que hace que sea perturbadora. Objeto de varias secuelas (una a punto de estrenarse) sigue siendo hoy en día uno de los grandes clásicos.