Carpenter construye todo un anti-héroe que capta adeptos por su frustrante lucha contra las clases sociales, a diferencia de otros films en los que el presidente de los Estados Unidos se representa como una figura fuerte y de gran representación en “1997” se le ridiculiza como una efigie temerosa, débil y ridícula que se convierte en un tortuoso y obligado trabajo para el insolente Plisken. La película no destaca precisamente por su despliegue de efectos visuales, si no que se centra en muy pocos personajes. El director de “La Cosa” logra un ambiente minimalista que implica que el espectador se identifique más con los delincuentes que con los representantes de la ley, mostrados como figuras corruptas por un sistema represivo que se fundamenta en la demagogia de una inexistente libertad. Muchos mensajes para lo que es en realidad una cinta de acción, pero no por ello menos interesante, resulta como siempre gratificante ver como Carpenter exprime todos y cada uno de los recursos de los que dispone, por escasos que sean.