Pobre Jason, en que lo han convertido, esta octava entrega tiene su miga, aunque solo sea por hablar de ella. No hacen falta muchas explicaciones para intentar justificar nada, puesto que ya ni siquiera se molestan en ello, en esta ocasión la resurrección se produce naturalmente por accidente, durante una juergecilla de hormonas descontroladas en un pequeño barco (no podía ser de otra forma) un par de jóvenes carnazas para nuestro enmascarado amigo al lanzar el ancla topan con un cable de alta tensión que jamás habíamos visto y está junto al cadaver de Jason, parece ser que allá por Crytal Lake si ven un cuerpo en el agua lo dejan allí mismo por si le da por volver a la vida, naturalmente provoca una descarga que nos lo trae de nuevo al mundo de los vivos, como decide que en barco se está muy bien pues se carga sus calientes inquilinos se queda en el mismo hasta que por arte de magia llega al puerto donde le espera un barco más grande, en el que pasará las vacaciones de vida, todo un crucero llenito de jóvenes víctimas y un arsenal de material que puede servir como arma homicida, no va a ser siempre el clásico machete.