Edgar Wright es un director interesante, logró impactarme con su muy original y notable SCOTT PILGRIM CONTRA EL MUNDO, en la que todo funcionaba y todo resultaba cautivador.

Aquí vuelve a lograr una película original que va transitando por el drama, el cine fantástico y, por supuesto y sobre todo, el género de terror. Es ahí, en el último tercio de la película, donde más impacto logra sobre el espectador, pero también, vaya, es donde más se demora en pasar de página, más se recrea en lo visual y más acaba hastiando a ese mismo espectador que, hasta entonces, había asistido a una película trepidante.

Quizás aligerando el metraje en unos 20 minutos, recalcando menos lo ya mostrado (el espectador no es tonto, no hace falta señalarle repetidamente la luna, basta con insinuárselo o hacerlo una sola vez) la película resultara más ágil y retocando o directamente obviando un final un tanto pastelero que la película, sucia, negra y por eso brillante, no merecía en absoluto.

Tampoco me parece muy inteligente guardarse información y no compartirla con el espectador para poder usarla luego convenientemente y dar un giro a la película que, por otra parte, tampoco ésta necesitaba.

Un comentario aparte merecen las dos actrices que se comen la película a bocados, en especial la ya consolidada y magnífica siempre Anya Taylor-Joy, pero también Thomasin McKenzie, actriz que sigue creciendo película a película. Y por supuesto, comentar que merece mucho la pena ver al ya muy veterano Terence Stamp, quien tuvo retuvo.

En fin, muy interesante historia que pudo haber sido mucho más.