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Spain Spain · Las Palmas de Gran Canaria
Arsenevich rating:
9
Drama Terry Malloy (Marlon Brando) is an ex-prize fighter struggling against union corruption along the New York waterfront. Malloy's battle takes him all the way to the witness stand, where he finds himself testifying against union leaders.
Language of the review:
  • es
January 7, 2019
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Qué complicado se vuelve descontextualizar la obra artística de la miserable actitud de su creador al darle cuerpo y forma. Qué difícil se vuelve valorar objetivamente y evitando caer en prejuicios (justificados o no) una película impecable en su factura técnica y en su elaborado discurso sin tener en cuenta las viles intenciones redentoras tanto de su realizador (Kazan) como de su guionista (Schulberg). Qué espinosa resulta la tarea de exponer las razones de este 9, apenas una aproximación numérica y algo caprichosa de lo que puede ser una valoración, procurando todo el tiempo filtrar el hecho social que se esconde tras los motivos de esta narración perfectamente acabada.

Lo cierto es que, sometida a un análisis cinéfilo riguroso, «La ley del silencio» es toda una obra maestra de la cinematografía. Cuenta con una dirección de actores magistral y con unas interpretaciones a la altura. Probablemente el mejor Brando que hayamos visto nunca (el «probablemente» lo expreso pensando en el inalcanzable Stanley Kowalski de «Un tranvía llamado deseo») ofrece una creación compleja y llena de aristas: su lado infantil, la amargura del perdedor, la entereza del que busca una redención (como el propio Kazan), la valentía del que se arriesga a perderlo todo por un ideal, o por un amor, o por ambas cosas. Marie Sant debuta de forma destacadísima como la sufrida hermana de una de las víctimas del sistema sindical mandibular que con gran maestría se describe a través del guión. ¿Qué más? Una fotografía espectacular de Kaufman y una partitura soberbia de Bernstein completan el paquete, regalándonos un film sobresaliente en todos sus aspectos técnicos, interpretativos, discursivos y artísticos.

Entonces, la pregunta: ¿puede (o debe) la canallesca y deleznable actitud de Kazan frente al Comité de Actividades Antiamericanas restarle puntos en la valoración final? Yo diría que no, aunque respeto profundamente a quienes piensan lo contrario; al fin y al cabo la vida, la nobleza o la ruindad con la que la encaremos y con la que actuemos ante nuestros semejantes, están o deberían estar por encima de las capacidades artísticas y del talento… ¿O no?

Pese a tratarse de un patético ejercicio de justificación, y en el que personaje principal queda a años luz como posible «alter ego» del cineasta, voy a dejarme llevar por mi complejo de objetividad. Esta película vive y respira, y como criatura (como creación) es algo maravilloso. Creo y siento que la monstruosidad de su creador se ha visto engullida por su manantial de virtudes.

Muy buena.
Arsenevich
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