Hoy en día, afortunadamente, ya no hay nada de original en presentar en el cine una relación amorosa entre personas del mismo sexo. Lo novedoso, en este caso, es hacerlo dentro de una comunidad tan cerrada en si misma como la gitana. La directora Arantxa Echevarría sabe aprovechar perfectamente el entorno para tocar, con elegancia y sensibilidad, un tema que continúa siendo tabú en ciertos ambientes, dándole al género de los primeros amores adolescentes una pátina de denuncia añadida. No es que Echevarría sepa, pueda, o simplemente quiera, sortear los clichés típicos del drama romántico, pero la naturalidad que le ofrecen los actores no profesionales y un uso inteligente del humor ayuda a sortear los lugares comunes. La película, en este sentido, no se aleja del chico-conoce-a-chica (aquí transformado en el chica-conoce-a-chica) y si bien el personaje de Lola está trazado con coherencia, la evolución del de Carmen no acaba de resultar creíble, así como algunos aspectos del guión que chirrían más de la cuenta. Esto hace que la película vaya claramente de más a menos y mediado el ecuador de la misma, uno tema por el descalabro final. Por suerte, en su último tramo, el relato sube en intensidad y alcanza su mayor nivel, quedando como un digno documento pionero en terrenos no explorados.

Lo mejor: cuando estalla el conflicto.

Lo peor: el guión es muy mejorable.