Producción croata que ha conseguido ir más allá de las fronteras de su país por el dilema moral que plantea, partiendo de una nación que tan solo dos décadas atrás a una cruel guerra que, como consiguiente, tuvo que pagar irreversiblemente toda su población. Dos décadas después, reconstruida, nos encontramos con un fresco costumbrista, a la manera de las comedias italianas interpretadas por Fernandel como el cura Don Camilo, en que un joven capellán llega a una isla del Adriático para sustituir al veterano capellán del lugar y reinstaurar lo que parce ser el bajo índice de natalidad promoviendo una cruzada de pinchar condones con la complicidad del quiosquero que los vende, cuya mujer es estéril, y el racista farmacéutico que cambia las píldoras del día después por vitaminas reconstituyentes.

La plana comedia no se hace esperar aunque luego las consecuencias empiezan a brotar de una manera más o menos tragicómica. El film de Vinko Bresan (Witnesses) no deja de ser una alegoría sobre los inoportunos roles y decisiones incoherentes que intenta retomar la Iglesia en la sociedad de hoy en día, aquí recogida en una diminuta pero pintoresca isla.