Por los que no estén todavía al día sobre la múltiple diversidad de adaptaciones de personajes de cómic al cine y quieren morir en el intento de aficionarse y ponerse al día con cada una de las gestas y aventuras de cada uno de ellos (desde Batman a Superman, juntos o no, van a centenares con X-Men o Escuadrones Suicidas sin olvidarme de los 4 Fantásticos y que no me ahorque Spiderman desde lo alto de un edificio si me he dejado alguno) el mercenario Wade Wilson, alias Deadpool (Ryan Reynolds) una vez transmutado por accidente y su película para él es un solo un buen comienzo.

Gamberro, malhablado, provocador y camorrista pero de buen corazón y que su unico paso por la pantalla grande era dárselas de villano, eso sí de cameo, en “X-Men Orígenes: Lobezno” (X-Men Origins: Wolverine, 2009) de Gavin Hood (corregidme si me equivoco, tanta emoción al documentarme me puede salir mal) Deadpool se presenta aquí a modo de flash-back en su lucha final contra el villano Francis (Ed Skrein) el hombre que lo dejó hecho un lastre con superpoderes a fin de quitarle un irremediable càncer de sus entrañas tan castigadas de sus tiempos de luchador mercenario en busca de la paz. Una vez embutido en su traje rojo y con la habilidad de regenerarse a cada disparo y/o machetazo del enemigo, a nuestro superhéroe no le quedará más remedio que intentar recuperar su identidad perdida, resguardada en el corazón de la que fuera su novia de toda la vida, Vanessa (Morena Baccarin). Qué bonito.

Aunque no tiene proyectos futuros el director Tim Miller debuto con éste divertimento de multisalas y que creo que no va a ser el único de corte fantástico y de temàtica superheroica que va a realizar.