Estamos de nuevo ante una de esas películas que incluyen todos los elementos necesarios para pasar a la historia del cine como una obra maestra.
1 - El 50% del metraje es Harvey Keitel consumiendo drogas, con lo que queda claro que Ferrara es atrevido, rompedor y demoledor.
2 - Hay una intensidad en los personajes que nos evoca grandes cuestiones existenciales y morales. Destaquemos que esa trama moral ocupará un par de minutos del metraje más o menos. Y no es moral de pacotilla. Que va.
3 - Hay una evolución en los personajes más que patente. (De hecho es de una escena a otra, ¡me acabo de dar cuenta de lo malvado que soy de golpe! ¡buscaré redención!).
4 - Hay interpretaciones sobrecogedoras (Es más, la película podría llamarse Harvey Keitel y salir el sólo y los demás ser sólo voces en off, porque para lo que hacen... Además está muy pasado de vueltas. Nunca imaginé que diría esto sobre este gran actor, pero Harvey Keitel lo hace aquí francamente mal).
5 - El guión es intenso y crudo, fundiendo el drama con el género policíaco. Sólo que cuando llevas media hora viendo a Harvey Keitel poner caras sin que pase nada y descubres que hasta el hecho de ir a mear es una escena durísima y dramática, pues ya como que pierde encanto.

Conclusión: Para pasar a la historia del cine necesito gente drogándose, un actor que sobreactue, darle una intensidad forzada a todo el metraje y hacer que el personaje cambie de vida por mis santos cojones, para que se vea que soy un tipo profundo.
Si quitas las drogas me sale Brácula.
¡Un saludo a todos los que me van a odiar por esta crítica, que váis a ser la inmensa mayoría!