Peckinpah ha sido el director que mejor ha retratado al antihéroe en el cine. También el que mejor conseguía el contexto idóneo para que sus personajes hiciesen uso de de una siempre excesiva pero "legitimada" violencia. Un siempre sobrio McQueen acompañado en esta ocasión por la encantadora Ali MacGraw nos llevan de un lado a otro con los malos y la mala suerte pisándoles los talones, destacando el frenético y tenso ritmo que imprime Peckinpah durante toda la cinta. Y es que el tipo es tan cojonudo filmando, que nos ofrece toda una lección de cómo meter la cámara dentro, fuera, sobre, tras, encima, bajo... ¡¡los coches!!, y de cómo alternar esos planos sin que parezca que te acabas de sacar el carnét de director en la Academia. Además aparece un ángel de la guarda de los que me gustan, y que acompaña durante un pequeño tramo a nuestros amigos. En mi modesta opinión, esa escena final es lo mejor del film. Y es que Peckinpah tiene momentos de genio en todas sus obras, lo que le agradezco de verdad.

Película de acción distinta a todo lo que se realizó en los años 80. El abuso de drogas por parte de la Industria cinéfila les abotargó de tal manera que olvidaron mirar hacia atrás, a ese buen cine, a ese ritmo alborotado y tenaz que fue el cine de este director. Una pena, porque si se hubiésen fijado un poco, quizás los engendros de acción que se parieron en los ochenta y buena parte de los noventa, hubiesen sido dignos de algo más que unos bostezos.