Obra disfrazada de natural que sin embargo se sirve de contenidos expuestos en infinitos diálogos anodinos e infames machacadísimos por las series televisivas de la comedia que se basan principalmente en las relaciones entre hombre y mujer y sobre lo que se espera de uno en la vida. Absolutamente deleznables y previsibles hacen de esta película un corta pega más de un tipo más de nula imaginación más.

La película, ya que va a ser narrada de esa manera, hubiese resultado al interlocutor bastante más pedagógica y atractiva si en vez de los dos cansinos troncos argumentales que he expuesto relatados en insulsos diálogos sin fin, se hubieran dedicado a hablar, por ejemplo, de Norman Leigh y de su libro Trece contra la banca, en la que expone con todo detalle la manera en cómo con su antisistema logró saltar la banca del Casino de Montecarlo y tiene prohíbido jugar en los casinos franceses desde hace treinta años. O por ejemplo, que la tipa le explicase al americano que no es el calor el causante de la evaporación del agua, sino los fotones de luz que rebotan sobre ella, descubrimiento sublime de principios de este siglo, temas ellos muchíiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiisimo más interesantes que hipotéticas relaciones entre hombre y mujer o las supuestas demandas de vida ejemplar que el sistema requiere de ti para el futuro. Temas absolutamente ineficaces, estúpidos y planos si lo que en realidad deseas es meterle la polla en la boca y que se lo trague todo. Está claro que alguien no ha visto Pulp Fiction.

Dirigida para gente logorréica, demandante de estímulos constantes supuestamente intelectuales y que sólo ha follado con su madre, a los que a buen seguro, encantará.