Más de lo mismo. No sé cuánto durará esta moda de convertir cada producción, sobre todo si son de Netflix, en un escaparate para los nuevos narcisismos identitarios, pero empieza a ser muy cargante. Una historia que podría tener cierto interés como película de acción con toques de fantasía, se convierte en un producto artificioso, ridículo e irritante, donde la agenda ideológica es tan evidente que casi abochorna: feminismo, diversidad racial, homosexualidad... todos tienen su cuota, y por supuesto encarnan todo lo positivo,. Hay que entender que Estados Unidos es ahora mismo una sociedad enferma, inmersa en en nuevo macartismo de signo "progresista" que exige plena sumisión a sus obsesiones identitarias bajo amenaza de sufrir brutales campañas de acoso y cancelación. El resultado es que la industria cinematográfica se ha convertido en una parodia, una fábrica de productos absurdos y artificiosos, estereotipados, ideologizados y carentes de cualquier personalidad y autenticidad. Pero es que además es una mala película, en la que cabría esperar al menos buenas escenas de acción y ni siquiera las hay. Así están las cosas, esperemos que vengan tiempos mejores.