No soy yo muy viscontiano, lo reconozco, pero también debo decir que me puse a ver esta película sin prejuicios, dispuesto a descubrir una obra maestra. Pero va a ser que no. No porque combina en su muy extenso metraje (¿eran necesarias casi tres horas?) demasiados aciertos y fallos. Tenemos, por ejemplo, grandes actuaciones, como la de Salvatori o la de la madre, junto a interpretaciones fallidas, como la de Delon, al que algunas críticas tachan de inexpresivo y que, sin embargo, yo veo histriónico y excesivo; su caracterización de Rocco no ha sabido superar el paso del tiempo, y está más cercana a la exageración gestual del cine mudo que a otra cosa.

No, tampoco, porque, pese a indudables virtudes, como la banda sonora de Nino Rota o la muy cuidada fotografía, la cinta no consigue conmoverme en ningún momento, y los comportamientos y actitudes de los personajes me son extraños, ajenos y, la mayoría de las veces, incomprensibles.

No, en suma, porque una única escena magistral en una película no es suficiente.