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TOM REGAN rating:
6
6.9
8,650
Comedy. Drama. Romance
Antoine, a little boy, falls in love with the local hairdresser, so he gets a hair cut every time he can. This situation causes some problems with his parents. However, when he grows up, he is still obsessed with the hair cutting, and one fine day he gets into a barber shop, meets the hairdresser (Mathilde), they fall in love at first sight, and begin a strange relation.
Language of the review:
- es
December 3, 2017
3 of 3 users found this review helpful
272/16(19/11/17) El más popular de los films realizados por el francés Patrice Leconte (también lo guioniza) teniendo como protagonista a su actor fetiche Jean Rochefort, intérprete motivo por el que he revisionado esta cinta, y es que es mi tributo a su reciente fallecimiento (9/10/2017), hacía tiempo que la veía y mi he sentido desilusionado, pues en mi memoria la tenía en mayor estima que tras terminar de verla, así que me encomiendo a seguir buscando una película en que el actor galo me deje mejor regusto. Y es que aun en sus apenas 80 minutos ha conseguido la hazaña el realizador de aburrirme, salvándose de la quema su nostálgico y entrañable arranque, con ese mundo de los recuerdos de la infancia muy en la onda felliniana de “Amarcord”, por otro lado promesa de que algo bueno estaba por suceder, pero el relato tira por lo pretencioso y erótico-festivo, donde la química entre la hermosa Anna Galiena de 36 años y el ya muy mayor Rochefort de 60 se antoja algo chirriante, sin credibilidad, metido con calzador, porque lo dicta el guión, sin esfuerzo orgánico alguno, no sabemos de dónde le viene esa baja autoestima a la sexy peluquera para casarse con un tipo sexagenario, no agraciado físicamente (más bien al contrario), vago como él solo, sin dinero, sin una charla ingeniosa o divertida, más bien un lacónico, nos deberían dar algo de información para entender este incoherente comportamiento. Un artificioso melodrama romántico que pretende mucho más de lo que alcanza, reflexionando sobre el amor frente al “tempus fugit” (lo efímero del tiempo), ello enmarcándolo en un desarrollo hastiante donde parecemos estar en un mundo paralelo donde hay unos seres con forma de humanos pero de conducta extraterrestre, solo así se le puede dar licencia a lo que vemos. Donde Leconte riega el metraje con cuasi-spots de perfumes donde se ensalzan los efluvios que mana de una peluquería cual acto cuasi-orgásmico.
Posee un inicio muy cautivador, relatándonos en off el protagonista con un halo melancólico su infancia, de donde le viene su fijación por las peluqueras, ello a través de episodios divertidos (como ese delirante bañador de lana con pompones!!!), de cómo siente la llamada de la pubertad mediante una experiencia cuasi-religiosa en una peluquería cuando una voluptuosa (repito, como en “Amarcord”) peluquera deja entrever tras su bata el pecho, y a partir de aquí su sueño será casarse con una corta-pelo. Entonces hay una elipsis de varias décadas en las que no sabremos qué ha pasado con el protagonista, entonces lo vemos acechar una peluquería regentada por una linda mujer, nos relata su vida laboral, sus gustos literarios (prensa rosa), el modo de moverse, de cruzar las piernas, y tras esto lo vemos entrar en una peluquería y desgraciadamente la narración desbarra por lo absurdo. Hay un casorio de buenas a primeras, el protagonista le dan impulsos de bailar música árabe, así porque sí, no tiene más trabajo que estar en la peluquería metiendo mano en todo momento a la mujer, incluso cuando esta está cortando pelo a un cliente, una pasión lujuriosa desatada a la que le es correspondida por la sensual Mathilde (Anna Galiena). Un guión de enorme sencillez y simplismo, donde las redundancias llegan a cansar. La idea de que la pasión y fuego del amor se puede ir agotando para derivar en la monotonía resulta algo ya manido y aquí se enfoca de modo superficial revestido de imágenes bucólicas, coronado con grimante final con un dramatismo fuera de lugar, como matar moscas a cañonazos, desproporcionado tanto que resulta grosero y esperpéntico (spoiler), queriendo empujarnos de forma maniquea a una emotividad que me es manufacturadamente exageradísima (siendo benévolo).
Los personajes son meros clichés que se mueven a impulsos de guión, donde orgánicamente nada fluye, con diálogos antinaturales, todo es atropellado por lo arbitrario, los secundarios resultan difusos, solo el dueño de la peluquería Isidore Agopian (Maurice Chevit) tiene algo de peso, sobre todo en una bonita escena, la mejor en el bloque central, la visita de Mathilde y Antoine a este en la residencia de ancianos, pero este resulta una presencia express, lo que prima es el almíbar sostenido por lo plúmbeo, por una bonita ambientación, pero carente de nervio que haga calarte.
Leconte convierte una peluquería en una especie de clínica para-sexual, donde el perfume, las lociones, una lavado de cabello, el corte, el roce del cuerpo de la peluquera, todo es susceptible de ser filtrado como recurso erótico excitable para mentes calenturientas. Esto el director lo cuenta de modo sensual, cual acto sexual, con el masaje del champú de la peluquera sobre la cabeza, una liturgia de resonancias (según lo vemos) carnales, con varias fases, hasta llegar al éxtasis final.
Jean Rochefort realiza una actuación azucarada hasta dar caries, siempre con cara de bobalicón, con una media sonrisa que bien parece tener alguna carencia mental, esto reforzado en el estrafalario epílogo, un actor capacitado para más que da una interpretación que supongo que en lo único satisfactorio sería el estar emparejado al bellezón italiano de Galiena; Anna Galiena desborda sensualidad, se nota que Leconte está seducido por ella, exhibiéndolo con una cámara que parece acariciarla con las tomas en slow, pero la lástima es que su rol es vacuo de contenido, sin desarrollo ni fondo alguno, incoherente en su quehacer, empezando por lo chirriante que es verla emparejada a Rochefort sin motivo alguno, aparte de su inexistente compenetración.
Posee un inicio muy cautivador, relatándonos en off el protagonista con un halo melancólico su infancia, de donde le viene su fijación por las peluqueras, ello a través de episodios divertidos (como ese delirante bañador de lana con pompones!!!), de cómo siente la llamada de la pubertad mediante una experiencia cuasi-religiosa en una peluquería cuando una voluptuosa (repito, como en “Amarcord”) peluquera deja entrever tras su bata el pecho, y a partir de aquí su sueño será casarse con una corta-pelo. Entonces hay una elipsis de varias décadas en las que no sabremos qué ha pasado con el protagonista, entonces lo vemos acechar una peluquería regentada por una linda mujer, nos relata su vida laboral, sus gustos literarios (prensa rosa), el modo de moverse, de cruzar las piernas, y tras esto lo vemos entrar en una peluquería y desgraciadamente la narración desbarra por lo absurdo. Hay un casorio de buenas a primeras, el protagonista le dan impulsos de bailar música árabe, así porque sí, no tiene más trabajo que estar en la peluquería metiendo mano en todo momento a la mujer, incluso cuando esta está cortando pelo a un cliente, una pasión lujuriosa desatada a la que le es correspondida por la sensual Mathilde (Anna Galiena). Un guión de enorme sencillez y simplismo, donde las redundancias llegan a cansar. La idea de que la pasión y fuego del amor se puede ir agotando para derivar en la monotonía resulta algo ya manido y aquí se enfoca de modo superficial revestido de imágenes bucólicas, coronado con grimante final con un dramatismo fuera de lugar, como matar moscas a cañonazos, desproporcionado tanto que resulta grosero y esperpéntico (spoiler), queriendo empujarnos de forma maniquea a una emotividad que me es manufacturadamente exageradísima (siendo benévolo).
Los personajes son meros clichés que se mueven a impulsos de guión, donde orgánicamente nada fluye, con diálogos antinaturales, todo es atropellado por lo arbitrario, los secundarios resultan difusos, solo el dueño de la peluquería Isidore Agopian (Maurice Chevit) tiene algo de peso, sobre todo en una bonita escena, la mejor en el bloque central, la visita de Mathilde y Antoine a este en la residencia de ancianos, pero este resulta una presencia express, lo que prima es el almíbar sostenido por lo plúmbeo, por una bonita ambientación, pero carente de nervio que haga calarte.
Leconte convierte una peluquería en una especie de clínica para-sexual, donde el perfume, las lociones, una lavado de cabello, el corte, el roce del cuerpo de la peluquera, todo es susceptible de ser filtrado como recurso erótico excitable para mentes calenturientas. Esto el director lo cuenta de modo sensual, cual acto sexual, con el masaje del champú de la peluquera sobre la cabeza, una liturgia de resonancias (según lo vemos) carnales, con varias fases, hasta llegar al éxtasis final.
Jean Rochefort realiza una actuación azucarada hasta dar caries, siempre con cara de bobalicón, con una media sonrisa que bien parece tener alguna carencia mental, esto reforzado en el estrafalario epílogo, un actor capacitado para más que da una interpretación que supongo que en lo único satisfactorio sería el estar emparejado al bellezón italiano de Galiena; Anna Galiena desborda sensualidad, se nota que Leconte está seducido por ella, exhibiéndolo con una cámara que parece acariciarla con las tomas en slow, pero la lástima es que su rol es vacuo de contenido, sin desarrollo ni fondo alguno, incoherente en su quehacer, empezando por lo chirriante que es verla emparejada a Rochefort sin motivo alguno, aparte de su inexistente compenetración.
SPOILER ALERT: The rest of this review may contain important storyline details.
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Spoiler:
La puesta en escena es un hermoso envoltorio que infunde un velo idealizado a los fotogramas, con una notable diseño de producción de Ivan Maussion (“Monsieur Hire” o “Ridicule”), rodando en Francia, en exteriores (escasos) naturales (Barneville-Carteret para la playa; 43 Rue du Châtel- Senlis-Oise para la peluquería), y en los estudios Studios 91 Arpajon-Essonne, siendo destacada la recreación bucólica de la peluquería, sobretodo enaltecida por la espléndida fotografía Eduardo Serra (“Diamante de sangre” o “Harry Potter”), bañando en un patinado arenoso-pastel anaranjado las imágenes, con un manejo de la iluminación formidable, sobre todo en lo referido al modo en que los rayos de sol entran por los cristales de la peluquería creando un aura irreal en el interior, articulando un espació aparte del mundo donde los dos amantes dan rienda suelta a su lujuria, solo allí los vemos hacerse el amor, donde la cámara juega a potenciar las sensaciones cuando acentúa las miradas entre la pareja para(artificiosamente) darnos impresión de unión extracorpórea. La música es obra del londinense Michael Nyman envolviendo en melodías íntimas y minimalistas el metraje, remarcando el romanticismo, aunque no sustentado por un relato sólido.
Spoiler:
Lo del rush final es demencial en su anhelo de querer dar dramatismo impostado, en una tarde lluvia Mathilde y Antoine hacen el amor en la vacía peluquería, tras esto ella sale bajo la tormenta diciendo que va a comprar a la tienda, y entonces en un giro ridículo la vemos tirarse a un torrente de agua para suicidarse. Leconte nos quiere dar a entender que ella antes de que dejen de amarse se mata, pero nos toma por idiotas? Menuda estulticia, se han pasado con los cigarritos de la risa? Un despropósito incongruente con lo visto hasta entonces, normal que impacte, también lo hubiera hecho que Mathilde en vez de tirarse al agua la hubiera cogido un platillo volante para llevarla de regreso a su planeta, esto incluso hubiera sido más coherente, pues explicaría su estrambótico comportamiento; Pero al triple salto mortal se le suma un epílogo ridículo con Antoine en la peluquería, le lava la cabeza a un tipo le dice que la peluquera está al venir, pero o está loco (pistas ha dado para ello), o es que ha contratado a otra, pero esto no es lo peor lo fachoso es verlo de buenas a primeras terminar bailando con un dolor bastante aparente por la pérdida de su amada (ataque de cinismo).
Momentos recordables: El poético-sensual modo en que conocemos a Mathilde, siendo nuestros ojos una cámara que la acaricia con dulzura, repasa su cuerpo con delicadeza, ello acunado por la grácil música, haciéndonos enamorarnos de la peluquera; El estrambótico modo en que “ennovian” Mathilde y Antoine, el hombre tras acechar desde la distancia la peluquería decide ir allí a cortarse el pelo y al terminar la sesión sorprende a Mathilde (a la que conoce hace unos segundos) con una pregunta flemática “Se casaría conmigo? Mathilde no responde, sigue indiferente y responde obviando la pregunta “Son 35 francos”, él paga sin mediar palabra y se va, tras una elipsis temporal vuelve a la peluquería, ella lo pela sin hablarse entre ellos, y cuando ella se acerca al mostrador a cobrar le dice sorpresivamente "El otro día probablemente usted se estuvo burlando de mí, pero…apreciaría su propuesta si todavía se mantiene en pie y sí… me casaré con usted. Mi nombre es Mathilde”, desparramando veracidad (ataque de ironía);
En conjunto, sumado lo bueno y malo me queda una fallida propuesta con más ínfulas que guión, aun con sus aristas, brillan algunos elementos que la hacen interesante. Fuerza y honor!!!
Spoiler:
Lo del rush final es demencial en su anhelo de querer dar dramatismo impostado, en una tarde lluvia Mathilde y Antoine hacen el amor en la vacía peluquería, tras esto ella sale bajo la tormenta diciendo que va a comprar a la tienda, y entonces en un giro ridículo la vemos tirarse a un torrente de agua para suicidarse. Leconte nos quiere dar a entender que ella antes de que dejen de amarse se mata, pero nos toma por idiotas? Menuda estulticia, se han pasado con los cigarritos de la risa? Un despropósito incongruente con lo visto hasta entonces, normal que impacte, también lo hubiera hecho que Mathilde en vez de tirarse al agua la hubiera cogido un platillo volante para llevarla de regreso a su planeta, esto incluso hubiera sido más coherente, pues explicaría su estrambótico comportamiento; Pero al triple salto mortal se le suma un epílogo ridículo con Antoine en la peluquería, le lava la cabeza a un tipo le dice que la peluquera está al venir, pero o está loco (pistas ha dado para ello), o es que ha contratado a otra, pero esto no es lo peor lo fachoso es verlo de buenas a primeras terminar bailando con un dolor bastante aparente por la pérdida de su amada (ataque de cinismo).
Momentos recordables: El poético-sensual modo en que conocemos a Mathilde, siendo nuestros ojos una cámara que la acaricia con dulzura, repasa su cuerpo con delicadeza, ello acunado por la grácil música, haciéndonos enamorarnos de la peluquera; El estrambótico modo en que “ennovian” Mathilde y Antoine, el hombre tras acechar desde la distancia la peluquería decide ir allí a cortarse el pelo y al terminar la sesión sorprende a Mathilde (a la que conoce hace unos segundos) con una pregunta flemática “Se casaría conmigo? Mathilde no responde, sigue indiferente y responde obviando la pregunta “Son 35 francos”, él paga sin mediar palabra y se va, tras una elipsis temporal vuelve a la peluquería, ella lo pela sin hablarse entre ellos, y cuando ella se acerca al mostrador a cobrar le dice sorpresivamente "El otro día probablemente usted se estuvo burlando de mí, pero…apreciaría su propuesta si todavía se mantiene en pie y sí… me casaré con usted. Mi nombre es Mathilde”, desparramando veracidad (ataque de ironía);
En conjunto, sumado lo bueno y malo me queda una fallida propuesta con más ínfulas que guión, aun con sus aristas, brillan algunos elementos que la hacen interesante. Fuerza y honor!!!