Me ha dejado hecho polvo. No se necesita justificar más el porqué me ha gustado. Si acabo una película con una sonrisa o hecho polvo es que es una película grande, muy grande, independientemente de sus otras cualidades (aunque lo normal es que las cualidades sean excelentes, hay que ser muy bueno para deleitar sin contar con armas). La que hoy no me va a dejar dormir bien es "A sangre fría".

La novela de Capote era genial, era angustiosa, arañaba lo más profundo de mi alma y me cortaba la respiración. Se me hacía difícil pensar en una adaptación cinematográfica a su altura. Esta adaptación ha supuesto una impresionante e impactante sorpresa. El mayor acierto radica en su tono, ese tono seco, áspero, incómodo hasta el hastío utilizado para diseccionar un terrible asesinato sin motivo que va más allá de la crónica policial o el thriller para adentrarse en el puro terror, me pone muy mal cuerpo.

La fotografía en un seco blanco y negro, un excelente montaje cortante y unas interpretaciones que hielan por veraces, escalofriantes, impredecibles y verosímiles, ayudan a no dejar respiro a cualquiera que se cruce por su camino.

Salvo la algo confusa narración de digamos un tercio de película, el resto permanece irreprochable. El film parece conocerse de memoria mi cabeza para saber por qué rincones meterse, por dónde dar miedo, por dónde impactar, por dónde emocionar, por dónde herir, y, seguramente por dónde quedarse grabado. Y un final que siempre me da escalofríos, la pena de muerte.

La razón por la que estoy en contra es, como dice el gran Azcona: "si por error me la aplican a mí". Da igual lo que hayas hecho (con matices, claro), saber la fecha de tu muerte, saber con seguridad que todo lo que estás viendo es lo último que vas a ver, que jamás volverás a ver a tus seres queridos, tu casa, el tiempo que haga esa tarde, incontables cosas; eso nos deja a todos al mismo nivel. Me acojona mucho la muerte, como a cualquiera, ese lugar del que nadie ha dado testimonio según Shakespeare. Una película aterradora.